El sindicalista Santos Costa cumplió condena en Lugo por tener propaganda ilegal; más de treinta años después ha vuelto a la prisión para que se conozca su historia
14 jun 2009 . Actualizado a las 14:57 h.«Nuestra consigna, entonces, era no escapar si venía la político social» recuerda el conocido sindicalista de CC.OO. Santos Costa, más de treinta años después de haber secundado una decisión que ahora tilda de errónea y que a él, entre otras cosas, le obligó a pasar una semana en la cárcel de Lugo. «Fue en el tiempo inmediato a la llegada de la democracia, pero había que afrontar la última etapa del franquismo», dice.
Ese fue el motivo de que Costa, un día cualquiera a finales de los años setenta, estuviera pegando unos carteles -«no recuerdo si por huelga o amnistía»- junto a otro veterano sindicalista (Sergio Castilla), cuando llegó la policía y, en lugar de echar a correr como hacían antes, se quedaran en el sitio. El resultado de tal decisión fue contundente: una semana de cárcel por posesión de propaganda ilegal.
Y así fue como Costa y Castilla recalaron en uno de los edificios históricos de Lugo, al que el primero regresó el jueves pasado por primera vez y, al entrar en el patio, se encontró con dos cosas: la primera, «está más blanqueada que entonces» y, la segunda, había un grupo de franceses rodando una película en medio del patio. Costa está al corriente de que el edificio se va a reconvertir en un centro cultural y está de acuerdo con ello, pero cree que «está bien que se sepa la verdad de lo que pasó aquí».
Sin maltrato
En su caso, la verdad no es demasiado tétrica, ya que asegura que ni él ni Castilla sufrieron maltrato alguno durante su semana de encarcelamiento y tuvieron la suerte de ocupar celdas individuales y en el segundo piso. Riendo, Costa señala la celda que aún hoy conserva el número 24 sobre el dintel y explica que estuvo en una de las situadas en esa zona, que «eran mucho mejores que las de la planta baja, enteras de piedra y mucho más frías».
Quien fue uno de los fundadores de Comisiones Obreras en Lugo y del Partido Comunista en Galicia (causas por las que también visitó por obligación la ya inexistente cárcel de Carabanchel) afirma que la prisión lucense no se conserva tal y como la recordaba; al parecer, está mejor ahora. «Estaba como el régimen, gastada. Antes era muy decadente, estaba sin pintar, con humedad por todas partes, unos servicios raquíticos...» asegura, recalcando que en el momento en el que él estuvo interno, «el preso no tenía garantía de clase ninguna».
En la cárcel modelo de Lugo había 33 celdas masculinas ubicadas en torno al patio, y 23 femeninas, que estaban en un módulo separado. En aquella semana, los sindicalistas eran los únicos presos políticos y, quizá por ese motivo, tampoco se les trató como al resto, delincuentes comunes en su mayoría. «Nosotros tuvimos celda individual y no teníamos incomunicación, un período que ellos llamaban de 'observación'» explica Costa destacando que la construcción lucense no era una cárcel de seguridad, por lo que los presos políticos solían mandarse a otros centros penitenciarios.
En medio del equipo de producción francés, Costa parecía la semana pasada un actor más, aunque su historia no es de ficción. Tampoco lo fue el tiempo que siguió a los siete días de reclusión, cuando «tenía que ir cada semana o cada dos semanas al juzgado para decir que no me había escapado. Era una situación muy irregular, pero era lo que había».
Carabanchel
Esta situación no deja de ser una anécdota más en la agitada vida de este sindicalista, y desde luego no fue su único percance con la policía. Costa tiene una excelente memoria para los hechos, aunque con las fechas se le empaña un poco.
En cualquier caso, recuerda con nitidez cómo lo detuvieron en otra ocasión en Santa Eulalia de Oscos por llevar una cámara de fotos. «Yo iba en manga corta, porque era agosto, qué iba a hacer, pero la cámara les hizo sospechar» cuenta poco antes de añadir que, en realidad, la detención se produjo porque en cuanto la policía se informó de quien era, le mandaron directamente a Carabanchel. Pero ese es ya otro capítulo de la vida política de este ourensano de nacimiento y lucense de corazón.