El manantial sulfuroso de Pozo da Ola, en Chantada, aún sigue recibiendo visitas
05 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Escondida entre la maleza, pero muy viva en la memoria de los lugareños, continúa brotando agua medicinal de la fuente del monte conocido como Pozo da Ola. Este manantial de aguas sulfurosas se encuentra en la aldea de Adaúlfe, en la parroquia chantadina de San Pedro de Líncora. Fue un lugar de obligado peregrinaje hace años para todos aquellos que padecían enfermedades del estómago, el hígado, la piel o para los que no tenían apetito. Y llegaban desde distintos puntos de la comarca y de los alrededores, cuando aún quedaban abiertos varios accesos, sobre todo, de Chantada, Camporramiro o San Fiz. No se conoce desde cuándo emanan las aguas de ese manantial, pero se sabe existe al menos desde hace más de cien años.
Según cuenta un vecino de Adaúlfe, Manuel Seijas, de 75 años, en el siglo XIX, su entonces propietario, Ramón Fernández, se propuso explotar de alguna manera la fuente de aguas medicinales. Por ello, construyó una caseta de piedra sobre el manantial y adecentó la zona, aunque el proyecto no dio todos los frutos deseados.
La construcción se mantuvo en pie hasta hace unos diez años, según estiman los vecinos. Fue entonces cuando el Ayuntamiento de Chantada se llevó las piedras de la caseta para el antiguo campo de la feria, supuestamente con permiso del entonces propietario, Álvaro Fernández. A cambio, el Ayuntamiento preparó sobre la fuente una plataforma de cemento y unos adoquines, que es lo que queda hoy en día, aunque poco visible por la invasión de la maleza.
La fuente cayó en el abandono y, poco a poco, en el olvido, sobre todo por las nuevas generaciones. Pero los vecinos de los lugares más cercanos continúan yendo a por agua a la fuente, bien porque tienen alguna dolencia, bien para prevenir y mantener la tradición, o porque, como dicen algunos, «dano nunca fixo».
Tratamiento de nueve días
De estas aguas, ricas en azufre y con un olor desagradable muy fuerte, cuentan todos que estaban especialmente indicadas para la pérdida del apetito, y había que mantener ciertos rituales. Relata un vecino que cuando los niños se negaban a comer, un momento antes de ir a la fuente, se les daban muchas galletas, sin líquidos, y luego tenían que recorrer a pie algo menos de un kilómetro para ir hasta el manantial. Al llegar allí, la sed era tan grande que no les quedaba más remedio que beber agua, a pesar del olor. Así durante nueve días seguidos. Y, según los vecinos de lugar, está demostrado que funciona.
Otro caso es el que cuenta otro vecino de Chantada, Manuel Porral. Desde los 9 años acudía a la fuente para coger agua para su padre. «Meu pai tiña problemas do fel e levoulle unha mostra da auga a un médico do Carballiño, e o doutor díxolle que as tomara porque lle serían boas. E así o fixo», explica. Todos los veranos, durante nueve días seguidos, el padre de Porral tomaba el agua medicinal de Pozo da Ola. «Din que outro veciño estaba moi malo e os médicos non lle daban remedio, e tamén empezou a beber esa auga, pero fervida, e aos tres meses estaba curado», continúa. Porral cuenta que la fuente era el lugar de encuentro de muchos jóvenes, y de gentes de todas las edades en general. Allí iban a pasar la tarde, a beber agua y bañarse en el río.
El líquido que emana de la fuente también es bueno, según la sabiduría popular, para combatir el acné, curar heridas, limpiar botellas y para problemas de estómago.
Hoy en día, el olor es más suave, porque con la última reforma del Ayuntamiento se creó un pequeño estanque donde queda almacenada el agua antes de salir. También el acceso es complicado. Pero los vecinos de la zona y los que conocen la historia de la fuente siguen bebiendo el agua y se resisten a perder esta tradición.