Pedro regenta el restaurantes Foguete, uno de los de más solera de A Mariña, con más de 70 años de historia
19 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.«Aquí tengo visto llegar a niños a los que se les daba de comer en una trona, y que ahora son treintañeros que continúan viniendo a comer». Pedro Foguete, situado tras el mostrador de su restaurante en Vilaframil (Ribadeo), conversa mientras estrecha la mano a la gente que entra. Los que lo conocen destacan en él que es un excelente relaciones públicas, amigo de sus amigos, que se cuentan por centenares. «Es lo que tiene estar tantos años de cara al público», comenta.
Y más en un establecimiento como Casa Foguete, con más de setenta años de historia, entre cuyas paredes se fraguaron no pocos matrimonios cuando era un baile. Concha, su madre, le dio merecida fama y una extensa lista de reconocimientos a su cocina. Y le otorgó a Casa Foguete una seña de identidad que sigue conservando: el trato familiar.
«El mundo de la hostelería es muy complejo», dice Pedro, y añade: «Todo apunta a que la afluencia de visitantes a A Mariña va a ir a más, como en muchas otras zonas de España, pero aquí somos muchísimos establecimientos para veinte días fuertes al año. Un local de hostelería requiere de una serie de inversiones más o menos constantes para seguir ofreciendo un producto de calidad, pero la situación económica actual no lo facilita. La vida ha subido muchísimo en los últimos años, pero nosotros no llevamos ese incremento a los precios de los menús y de la carta, porque correríamos el riesgo de perder clientes».
¿Implica eso que se pueda llegar a perder dinero? «En algunos casos sí. Lo fundamental en un restaurante es la materia prima y nosotros ofrecemos cada día siete u ocho pescados frescos diferentes, que a veces tienen un precio muy elevado, pero los incluimos en el menú para mantener un nivel alto. Esto es algo habitual en muchos establecimientos de hostelería. Para tener una clientela fija no se pueden subir los precios e incluso a veces hay que perder».
Pedro Foguete reconoce que la batalla diaria de su negocio es mantenerse en primera línea, en una coyuntura económica que no lo facilita para nada. ¿Soluciones para A Mariña? «No hay recetas mágicas. Ahí tenemos, por ejemplo, la playa de As Catedrais. En verano cada día recibe a miles de visitantes. Si todos comiesen en restaurantes no habría plazas suficientes desde Foz a Tapia, pero hay muchos tipos de turismo, gente de menú, de carta, de bocadillo... Lo que quiero decir es que a veces se hacen cosas pensando en el turismo que finalmente no repercuten en la economía de la comarca. Ahora parece que la Diputación va a empezar a mejorar el acceso a la playa de As Catedrais. Eso es bueno, pero ¿repercute en los negocios locales?».
En este análisis crítico de la situación, Pedro Foguete es de los que critican la autocomplacencia que muestran algunos: «Ribadeo, excepto algo en agosto, el resto del año es una zona ciertamente limitada. Un negocio no puede vivir de quince o veinte días al año. Sin embargo, la mayor parte de la hostelería aguanta todo el año y en cuanto hay un poco de trabajo, aumenta el personal para que los clientes no esperen, para atenderlos lo antes posible, con cariño y respeto. Ya digo que la hostelería es un mundo muy complejo».
Pero tal y como apunta Pedro Foguete es su mundo. El que ha vivido desde niño y en el que ahora está metido de lleno: «Un día son satisfacciones, otro problemas, pero aquí, en este local paso mi vida», dice, y añade: «Y la verdad es que me siento feliz de ello».
Transcurrida la comida una camarera nos ofrece repetir café. ¿Hay de pota?, le pregunto. «También tenemos», me responde. Paladeo el sabor de la tradición y un gusto final a estar como en casa. A unos metros, Pedro Foguete insiste de mesa en mesa: ¿Todo bien? ¿Suficiente comida? ¿Otro chupito?