La mujer asesinada el jueves en su domicilio de Carlos Azcárraga fue enterrada ayer en la parroquia de Fraialde
29 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.El silencio lo llenó todo. No hubo voces, ni gritos pidiendo justicia. La rabia, la tristeza, la indignación y un sinfín de sentimientos se mezclaron ayer en el cementerio de Fraialde, en Pol. Familiares y amigos daban el último adiós a Montse Labrada a la una de la tarde. La injusticia e incomprensión se dejaban ver en los rostros de los que quisieron despedirse de la auxiliar de enfermería que murió el jueves asesinada en su domicilio de Carlos Azcárraga en Lugo. Nadie sabía qué pudo llevar a Juan Carlos Pernas, su marido, a ser el presunto autor de un crimen en el que aún quedan datos por concretar.
Entre los asistentes, compañeras de trabajo que, en un discreto segundo plano, quisieron asistir al sepelio y dar apoyo a la familia Labrada Campos. Se apoyaban mutuamente pero, en realidad, ayer en Fraialde no había consuelo posible. En la pequeña iglesia parroquial se concentró un amplio grupo de personas que quisieron arropar a unos padres destrozados sin pensar en los pasos que dará la investigación hasta esclarecer el crimen.
Antes, a las once de la mañana, el tanatorio de Castro Ribeiras de Lea estaba lleno de conocidos de la víctima que, de vez en cuando, rompían su silencio buscando un porqué a la tragedia. No había saludos, solo abrazos para intentar encontrar un apoyo en momentos tan duros. Luego, a las doce, la carroza fúnebre emprendió la marcha hacia la iglesia parroquial de Fraialde.
Multitudinaria despedida
Allí, los vecinos que esperaban los restos mortales de la víctima hicieron que los familiares de Montse Labrada no se sintieran solos en ningún momento. Los caminos del lugar se quedaron pequeños para la larga caravana de coches que se desplazó hasta la aldea y en la iglesia hubo que poner un altavoz para que la gente que se quedó fuera pudiese escuchar la misa.
Al finalizar los responsos, el parroco, emocionado, acompañó a la familia de Labrada y al féretro hasta el nicho donde fue enterrada. También lo hizo el médico que estaba vinculado sentimentalmente con la víctima. Junto a un familiar, estuvo apoyando a los Labrada Campos y dándoles ánimos en estos duros momentos.