En esta cuarta campaña de excavaciones, los arqueólogos han seguido una estrategia diferente a la de años anteriores. Esta vez se duplicó la superficie excavada en el suelo de la cueva, lo que ha permitido obtener una gran cantidad de materiales similares a los ya conocidos anteriormente en este yacimiento y encontrar otros de diferente carácter, como la mencionada azagaya de hueso.
La ampliación de la excavación ha proporcionado también nuevos indicios de la presencia del fuego en el interior de la cueva, algo de lo que ya se tenía constancia en las anteriores campañas. «Hemos encontrado bastantes huesos quemados y restos orgánicos carbonizados que no proceden de incendios naturales -señala Arturo de Lombera-, aunque todavía no tenemos señales indudables de la existencia de hogares permanentes».
Diferentes períodos
Estos rastros de fuego se han localizado tanto en los niveles arqueológicos correspondientes a las ocupaciones del hombre de Neandertal como en los que pertenecen al período, más reciente, en que la cueva fue habitada por el Homo sapiens.
El uso del fuego por parte de los neandertales, según precisa el codirector de las excavaciones, es algo que está ya muy documentado en otros yacimientos estudiados con anterioridad en diferentes zonas de la Península y del resto del continente. Pero algunas de estas evidencias pueden destacar por su especial antigüedad, ya que una parte de estos restos carbonizados apareció en un nivel arqueológico datado en 118.000 años, el más primitivo de los que se localizaron hasta ahora en la cueva. «Es muy común encontrar huellas del fuego en yacimientos neandertales de 60.000 o de 50.000 años en adelante, pero ya es mucho más raro hallarlos en niveles arqueológicos tan antiguos como este, así que estos hallazgos pueden tener bastante relevancia en el contexto del conjunto de la Península», comenta De Lombera.
Los investigadores confían en encontrar en futuras excavaciones algún testimonio seguro de la presencia de hogares dentro de la gruta. «Ya tenemos la certeza de que estos restos carbonizados no fueron a parar accidentalmente al interior de la cueva y que no se deben a incendios producidos en el exterior, pero para demostrar que hubo hogares hace falta tener unas pruebas más concluyentes», señala el arqueólogo.