Ehud Barak no tiene tanta suerte en su carrera política como la tuvo durante su etapa militar. El condecorado soldado que participó en operativos legendarios verá, previsiblemente, cómo su partido, el laborista, se desploma hasta la cuarta posición en los comicios del martes. La ofensiva contra Gaza que dirigió como ministro de Defensa no ha conseguido remontar su popularidad lo suficiente.
Su imagen sigue marcada por su fracasado y breve gobierno. Muchos en Israel aún le echan en cara las consecuencias de la retirada unilateral del sur del Líbano, su excesiva generosidad durante el diálogo de paz de Camp David y, sobre todo, recuerdan que durante su mandato comenzó la sangrienta segunda intifada, en el 2000. Consciente del pesado lastre, este pianista aficionado de 65 años reconoció sus errores poco antes de volver a la política y recuperar el mando del Partido Laborista, en el 2007. El liderazgo no se puede ejercer solo, admitió entonces.
Casado en segundas nupcias y padre de tres hijas, Barak lucha ahora hasta el final por recuperar el favor de los votantes. Y quizás por ello anuncie estos días «esfuerzos supremos» para la liberación del soldado Gilad Shalit, secuestrado en Gaza desde el 2006, precisamente antes de los comicios. La posibilidad de que vuelva a ser primer ministro es, en todo caso, remota. Pero, aun así, Barak tiene su presencia en el próximo gobierno casi asegurada.