Ni emisoras piratas, ni pasquines. Los revolucionarios han encontrado la manera de propagar su mensaje en el siglo XXI: Internet y redes sociales como Twitter. Así lo entendió la periodista moldava de 25 años Natalia Morar, que gracias a esa red reunió a 20.000 personas en las calles de Chisinau, capital de Moldavia, en protesta por los resultados de los comicios. Pero ni siquiera la propia Morar conocía el poder de Twitter. «Nos reunimos seis amigos en un café de Chisinau y decidimos que teníamos que hacer algo; una manifestación estaría bien», indica la joven al rotativo The Guardian. «Pensábamos que nos reuniríamos unos cuantos amigos para protestar, a lo sumo cien o doscientos, pero cuando llegamos al lugar de convocatoria y vimos a 20.000 personas, no nos lo podíamos creer», explica.
La reacción social fue descomunal. La revolución Twitter ha tenido en jaque al Gobierno moldavo y por último ha forzado un nuevo recuento de votos de los cuestionados comicios. Del espíritu pacifista con el que había sido convocada la protesta por Morar, se pasó a la violencia cuando la muchedumbre accedió al Parlamento y se saquearon algunas de sus dependencias. «Es que no solo subestimamos el poder de Twitter y de Internet», explica la joven, «también subestimamos el grado de furor de los jóvenes ante el fraude electoral».
«Han entrado en mi apartamento y en la casa de mi madre -explica- las dos veces sin orden judicial, si me encuentran me arrestarán y lo que luego ocurra? quien sabe», declara al rotativo Morar, y agrega que ya no habló por teléfono y estuvo dos días sin conectarse a Internet «por miedo a que puedieran detectar mi paradero». Resulta irónico, y así lo explica la joven, que la herramienta que utilizó para hacer la revolución se puede convertir en su delatora. Anoche, las agencias anunciaban su arresto domiciliario.
Expulsada de Rusia
Pero Morar no es la joven normalita y comprometida que de pronto tiene un derroche de iluminación y monta una revuelta social. Fue expulsada de Rusia en el 2007 después de escribir una serie de artículos acusando a altos cargos del Kremlin, incluido el poderoso Alexánder Bortnikov, jefe de los servicios de seguridad rusos, de estar detrás del asesinato en el 2006 del líder contra el blanqueo de dinero, Andréi Kozlov. Para colmo, esta mujer quiere exportar la marca Revolución Twitter (made in Moldavia), a Rusia. «El Kremlin está angustiado, ya que los jóvenes rusos han visto la posibilidad de tomar las calles y provocar el cambio», explica. Montar una revolución en otro país es sencillo, no es necesario salir de casa, ni conocer técnica de guerrilla urbana, basta con ser miembro de una red social en Internet.