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Mentiras en un escándalo poco claro

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

23 ago 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

¿Qué decir de un asunto en el que quien menos miente es Moamar Gadafi? Pero así es.

El Gobierno británico puede escandalizase lo que quiera: pocas dudas hay de que en la liberación del supuesto terrorista Al Megrahi han pesado razones económicas. Como de hecho han pesado en todo lo que se refiere a esta milagrosa «redención» de Libia, que comenzó con aquel encuentro entre Tony Blair y Gadafi en una tienda de campaña en el desierto, en el 2004.

No habían transcurrido más que minutos a la luz de las velas y la petrolera anglo-holandesa Shell ya estaba anunciando 1.000 millones de dólares de inversiones en Libia. Y eso que las conversaciones eran, en teoría, sobre desarme. Blair volvió en el 2007 a hablar de derechos humanos y de nuevo se hizo el milagro: BP importó cerca de 2.000 millones de dólares en petróleo libio. Desde entonces, a las petroleras se les han sumado Barclays Bank, British-American Tobacco, British Gas?

Millones sobre la mesa

Son un total de 120 empresas británicas las que, reunidas en torno al Consejo de Negocios Libios de Londres, forman un poderoso lobby que, sin disimulo alguno, saltaba ayer de alegría por la liberación de Al Megrahi. BP ya habla de poner sobre la mesa otros 20.000 millones en las próximas dos décadas. La relación británica con Libia va más allá de un negocio puntual.

El Reino Unido cuenta con este país para conseguir su petróleo y gas a medida que se vayan secando los pozos del mar del Norte. Además, Libia tiene 5.000 millones de dólares para invertir en África y necesita socios, lo que Londres (y Washington) ven como una oportunidad para frenar la expansión económica de China en el continente.

A quien esto le parezca escandaloso puede consolarse con esto otro: es muy probable que Al Megrahi sea inocente. Hasta 1990 todos los investigadores estaban convencidos de que el atentado Lockerbie había sido obra de Irán en venganza por que, poco antes, los norteamericanos habían derribado un avión de pasajeros suyo con 290 personas a bordo (el IR-655, del que, por supuesto, nadie se acuerda ya). Pero en 1990 la invasión de Kuwait hizo necesario un acercamiento a Irán. Se empezó a construir entonces una «trama libia», tan débil que al final solo se basó en el testimonio, lleno de irregularidades, de un sastre maltés que ahora vive en Australia y es sospechosamente rico.

Lo único seguro de este turbio asunto, en definitiva, es que Al Megrahi padece un cáncer terminal y que no podía ser atendido adecuadamente en una cárcel.