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Brasil vive el peor desastre en cuarenta años

Diana Renée TERESÓPOLIS/DPA.

INTERNACIONAL

La tragedia abre un debate sobre la urbanización irresponsable en las laderas de los cerros

14 ene 2011 . Actualizado a las 02:00 h.

«Tsunami, Haití: puedes llamarlo como quieras. La situación es igual de caótica», describe la situación Herculano Abrahao, coordinador de la Cruz Roja en Teresópolis, una de las ciudades más afectadas por las lluvias torrenciales que en menos de 24 horas dejaron más de 380 muertos en la región serrana de Río de Janeiro. El número de muertos ya es el más elevado registrado en la historia reciente de Brasil, y supera ampliamente la tragedia causada por una tromba que, en enero de 1967, se cobró law vidaw de 300 personas en un solo día.

No obstante, la cifra de víctimas tiende a aumentar, ya que los equipos de rescate aún no lograron acceder a las zonas más devastadas de Teresópolis y las otras dos ciudades afectadas, Nova Friburgo y Petrópolis. «La situación es de catástrofe. Hay barrios enteros destruidos, como si hubiese ocurrido un terremoto», declaró el alcalde de Teresópolis, Jorge Mario Sedlacek. Las tres ciudades, que son refugios para las vacaciones de verano de los brasileños por su clima templado, eran ayer la imagen misma de la devastación, con sus calles cubiertas de lodo, viviendas en ruinas y automóviles abandonados tras haber sido arrastrados por las aguas.

El analista de riesgos Moacyr Duarte explicó que los derrumbes hicieron desbordarse las aguas de los ríos y que estos invadieron con inusual fuerza y una velocidad que estimó en 80 kilómetros por hora las áreas vecinas, arrasando todo a su paso. «Fue todo muy rápido y por haber ocurrido durante la madrugada no hubo tiempo para reaccionar». En su opinión, «solo por milagro» se encontrarán supervivientes entre el lodo y los escombros.

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, abandonó Brasilia por primera vez desde que tomó posesión, hace 12 días, para reunirse en Río con el gobernador Sergio Cabral y sobrevolar las regiones afectadas. Rousseff ordenó liberar 780 millones de reales (unos 464 millones de dólares) para obras de transporte y apoyo a las víctimas de las lluvias, no solo de Río, sino de todas las ciudades afectadas por tormentas en las regiones sur y sureste. La ayuda fue considerada insuficiente por el alcalde de Teresópolis, que estimó en 350 millones de dólares el monto necesario para reconstruir puentes, calles y carreteras.

Las prioridades en este momento son alojar a los más de 2.000 desplazados, identificar a los muertos y rescatar a las víctimas que siguen bajo los escombros. El gobierno federal envió 225 miembros de la Fuerza Nacional de Seguridad para colaborar en los trabajos de rescate en las tres ciudades. Son apoyados además por dos helicópteros enviados por la Armada. Pero, en paralelo, los expertos han vuelto a debatir sobre la ausencia de medidas de prevención de los desastres crónicos que causan las lluvias de verano y la urbanización irresponsable que magnifica sus consecuencias.

El año pasado, casi 200 personas perdieron la vida en cinco estados durante las tormentas de enero y, tres meses después, una serie de temporales dejó 302 muertos, en su mayoría en Río de Janeiro y en la vecina ciudad de Niterói, donde se produjeron varios aludes de tierra en favelas y barrios de la periferia pobre. Según los especialistas, acabar con estas tragedias requiere inversiones en obras de ingeniería, pero también una legislación estricta que impida construir viviendas en áreas de riesgo, como las orillas de los ríos y las faldas de los cerros.

«Hay soluciones para esto. En el mundo desarrollado las inversiones se hacen antes, para proteger la vida, y no después, para llorar las muertes», se lamentó Wilson Lang, un académico con el que coincidió Moacyr Duarte: «Brasil no es un país tan pobre que no pueda tomar medidas para prevenir los desastres», se lamentó.