Gadafistas arrepentidos, islamistas y demócratas, en el cóctel político
22 oct 2011 . Actualizado a las 20:46 h.Aunque reconocidos por muchos países como un Gobierno oficial, los órganos políticos de los que hasta ahora se conocían como «rebeldes libios» han funcionado con cierta dificultad. El Consejo Nacional de Transición (CNT) es una especie de parlamento provisional no electo de entre 40 y 95 miembros que intentan representar las distintas sensibilidades regionales de Libia. En su seno han surgido algunas suspicacias y desigualdades: Bengasi, la cuna de la revolución, tiene 9 delegados, por ejemplo, mientras que Trípoli, con el doble de población, solo 5. De todas formas, el mapa de ruta de la transición prevé que antes de ocho meses se celebren elecciones para un CNT ampliado a 200 diputados, que elaborará una Constitución que deberá ser sometida a referendo antes de sesenta días.
Más importante ahora, y más delicada, es la formación de un nuevo Comité Ejecutivo (el Gobierno provisional) para que dirija esa transición. El actual, renovado hace menos de un mes tras una grave crisis interna, aparece cada vez más lastrado por conflictos de personalidades y acusaciones de falta de representatividad. Estos son algunos de los nombres a seguir en el nuevo escenario político que se abre en Libia.
Mustafá Abdel Yalil
De ministro de Justicia y juez del caso de las enfermeras búlgaras a presidente del Consejo Nacional de Transición. Ha sido el presidente del Consejo Nacional de Transición desde su creación, y ello a pesar de tratarse de una persona fuertemente identificada con el régimen de Gadafi: nada menos que su ministro de Justicia. Pocos se acuerdan ahora que fue el juez que sentenció el lamentable «caso de las enfermeras búlgaras», que causó escándalo en todo el mundo. Sin embargo, los revolucionarios vieron en principio en Yalil un contrapeso a las tendencias disgregadoras del CNT y a un jurista de prestigio que podía servir de puente entre los revolucionarios y los gadafistas arrepentidos como él. Se le considera bienintencionado, pero su popularidad ha ido declinando rápidamente a lo largo de los meses. Hasta el punto de que ha tenido que comprometerse a dimitir tan pronto como cayese la ciudad de Sirte, lo que ya ha ocurrido. Incluso ha aceptado someterse a un proceso por su pasado.
Mahmud Yibril
Un tecnócrata amigo de Occidente y primer ministro. Es el jefe del Comité Ejecutivo, equivalente a primer ministro. Como Yalil, procede del régimen, aunque en su caso se trataba más bien de un tecnócrata encargado de las inversiones en el exterior. Esto, que garantizaba la continuidad de los contratos del petróleo tras la revolución, junto con su vinculación a Estados Unidos (estudió allí) lo convirtió en el hombre de confianza de Occidente. Por eso ha retenido también para sí la función de ministro de Exteriores. En Libia es muy impopular entre los revolucionarios, que lo consideran demasiado cercano a Washington y París. Los comandantes milicianos, sobre todo los islamistas, lo odian especialmente. También se ha comprometido a dimitir con la caída de Sirte. Las potencias occidentales harán lo posible para que sea él quien pilote la transición, pero el apoyo con el que contaba para contrapesar a la milicias, el Ejército Nacional de Liberación, ha quedado arrinconado tras el asesinato del general Yunis y la toma de Trípoli.
Abdul Hafez Ghoga
Activista de los derechos humanos con pedigrí demócrata y la esperanza de los liberales. Uno de los pocos líderes revolucionarios que puede presumir de pedigrí democrático. En su calidad de abogado, este activista de los derechos humanos representó a las familias de los presos asesinados por las fuerzas de seguridad de Gadafi en la prisión de Abu Shalim, en 1996, y ha seguido reclamando justicia desde entonces, con riesgo de su vida. Fue su detención a principios de año lo que desató las protestas que desembocaron en la revolución. A pesar de esto, ha ido quedando arrinconado como simple portavoz del CNT, en parte por sus críticas iniciales a la intervención extranjera y sobre todo por su mala relación con los revolucionarios venidos del régimen, en particular Yalil, al que desafió muchas veces cuando era ministro de Justicia. Es muy popular en Bengasi, aunque menos conocido en el resto de Libia. Constituye la mayor esperanza de los liberales.
Abdel Hakim Belhaj
Torturado por la CIA, entregado a Gadafi y ahora el libertador de Trípoli. Pocas veces se habrá arrepentido tanto la CIA de haber torturado a alguien. Yihadista, antiguo voluntario en Afganistán contra los soviéticos, líder fundador del Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL) y posiblemente amigo personal de Bin Laden, Belhaj padeció en distintas prisiones de Asia un trato brutal a manos de los servicios de inteligencia norteamericanos y británicos, que luego lo entregaron a Muamar el Gadafi. Ahora es el comandante guerrillero más carismático, el libertador de Trípoli y el hombre que controla el aeropuerto de Mitiga. Su campaña para desarmar a los civiles y devolver la seguridad a las calles lo ha hecho todavía más popular entre la población, al tiempo que ha inquietado a sus rivales. Es improbable que quiera buscar protagonismo en la política, pero sin duda tendrá un papel relevante en el futuro Ejército.
Ali Al Salabi
Ideólogo de los islamistas moderados. Si Belhaj es el centurión de los islamistas, este clérigo es el ideólogo. Uno de sus hermanos, Ismail, es el comandante de la Brigada 17 de Febrero, a la que se atribuye la muerte del general Yunis, asesinado a pesar de que este se había pasado al bando de los rebeldes. Sin embargo, Alí es relativamente moderado, más bien nacionalista y orientado en apariencia al islamismo democrático turco. Fue él quien convenció al GICL de Belhaj para que abandonase la violencia. Incluso ha declarado que no ve necesario formar un partido islamista. Sus estrechos vínculos con el emirato de Catar (aparece regularmente en la cadena de televisión catarí Al Yazira) han sido muy útiles para la revolución y a él lo han fortalecido considerablemente. Algunos analistas occidentales ven esto con preocupación, pero la realidad es que la influencia de Catar, que ha armado y entrenado a las milicias islamistas, podría servir de factor moderador frente a los elementos más radicales del islamismo libio.