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Burela perdió un símbolo de su identidad

Inmaculada Eiroá González
I. EIROÁ VIVEIRO / LA VOZ

A MARIÑA

05 mar 2014 . Actualizado a las 07:06 h.

El faro de Pena Burela era mucho más que una guía de entrada al puerto, era el símbolo de identidad de un pueblo bregado en los oficios del mar y seguramente por eso forma parte del escudo burelense.

El oleaje furioso lo decapitaba el lunes, abriendo una brecha en la base que lo dejó escorado. Pero los viejos marineros no culpan al temporal de la desgracia, sino a la falta de mantenimiento, al estado de abandono en que, según afirman, está sometido.

Reunidos en su local de A Moncloa, ayer recordaban la historia de su construcción. Lo reclamó a mediados del siglo pasado, presionado por los armadores, el entonces patrón mayor José Antonio Lestao. Y las obras las ejecutó en el año 1959 la empresa de Vilaronte de Ramón Gómez Iglesias, Canel, que se puso al frente tras fracasar en el intento una firma local, que ya se había encargado de ejecutar la base contratando canteros de la comarca.

Tardaron seis meses en ejecutar las obras. Era un trabajo lento, ya que solamente podían trabajar cuando el mar permitía navegar al remolcador que arrastraba la gabarra en la que transportaban el material. No entró en funcionamiento hasta varios años después de ser terminada la obra. Con anterioridad los barcos usaban como referencia el faro de San Cibrao. No podían perderlo de vista en ningún momento si querían ponerse a salvo de los bajos.

El desastre del faro es sin duda la peor de las consecuencias que el Cristina ha traído a Burela. Pero en la playa de A Marosa también sufrió daños importantes el espigón que, según el alcalde, José González, «quedó muy tocado» y es vital para mejorar la seguridad de ese arenal, ya que evita que se formen remolinos. Aparte de ello, y a falta de nuevas inspecciones, hubo daños menores en el puerto, al romperse una de las piezas que sujeta la rampa de acceso al muelle de uno de los pantalanes.