Descubriendo los secretos de Viveiro

LAURA CUBA, S.S. VIVEIRO /LA VOZ

VIVEIRO

Cronista oficial y edila de Turismo fueron cicerones de decenas de turistas

24 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Faltaban diez minutos para la hora acordada. Esperaban sentados, apurando el cigarrillo u hojeando los carteles a la en trada de la Oficina de Turismo. «¡Qué bien vivís los gallegos con tanta fiesta!», señalaba una mujer a su amiga, mientras observaba todos los programas festivos expuestos. Esperaban una visita especial, con el cronista oficial de Viveiro y la concejala de Turismo de cicerones.

Una vez dieron las ocho de la tarde, más de cincuenta personas se agolparon en el interior de la Oficina de Turismo y agudizaron su oído. Carlos Nuevo, cronista oficial de Viveiro, empezaba a introducir esta visita «eclética y extraña» en la que guiaría por el Viveiro más histórico, perdido en las brumas de la memoria.

De forma lenta y desordenada, el nutrido grupo empieza a moverse. El calor aprieta. Restos de arena revelan una tarde de playa en la mayoría de los pies. Próxima al guía, una joven se abanica con el folleto de las fiestas de Celeiro. Entonces, la voz de Nuevo aisla al grupo y lo transporta, suavemente, a este mundo periférico del Viveiro pasado.

Tan sólo con su voz hace caer las murallas de la villa para, más tarde, construir el barrio de la Pescadería, y sube el nivel del mar hasta que el agua baña, como antiguamente, las bases de la Fonte de Area. Con mirada absorta y una media sonrisa, todos atienden con notable interés.

Una de las mujeres del grupo se acerca a la concejala de Turismo, Marisol Rey Yáñez, quien iba de traductora. «Oye, esto es una idea fenomenal», murmura. Ella, asintiendo, sonríe.