Nada puede hacerse si las nubes no aparecen y en enero hace un tiempo primaveral, mientras en agosto abunda la lluvia. Ahora bien, que no sea posible cambiar os caprichos de la lluvia no significa que los profesionales del sector primario deban quedarse de brazos cruzados mirando si llegan o no las precipitaciones.
No se trata de contratar a ningún chamán para que invoque a la lluvia, sino de algo tan simple como de la contratación de un seguro que permita afrontar las pérdidas. En el caso de la agricultura, la firma de pólizas es una práctica universal en otros lugares. En la comarca también debería serlo. Un ganadero que necesita el forraje para dar de comer a sus animales, destinados a la producción de leche o carne, no puede estar a expensas de que llueva o no y de que peligre su inversión.
También los profesionales del mar deben buscar fórmulas para que sus ingresos estén garantizados, todavía más, por la existencia o no de lluvias.
Ahora el problema es que el agua no aparece, pero hubo años (los mariscadores de Arousa recuerdan bien el 2000) en los que cayó demasiada y el bivalvo acabó muriendo. En otras épocas solían habilitarse partidas extraordinarias de subvenciones para compensar las pérdidas a los damnificados, pero con la recesión económica parecen cerrarse todos los grifos.