Y Rianxo botó al ritmo de Xixí

Ramón Ares Noal
X. NOAL RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

MARCOS CREO

Miles de personas despidieron la Guadalupe en la verbena más larga

22 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La de Castelao se ha ganado el mérito de codearse con las plazas más célebres de la geografía española: la de la Puerta del Sol, donde se escenifica la bienvenida a cada nuevo año; o la Consistorial de Pamplona, en la que se apiñan miles de personas para empezar los Sanfermines. En la de Rianxo, se juntan historia, cultura y felicidad para despedir A Guadalupe. Las tres congregan tal número de personas que quedarse con la cifra resulta demasiado frío cuando son espectáculos cargados de calor.

Para entrar en Rianxo anteayer a las 11.00 ya había que armarse de paciencia, y eso que aún quedaba tiempo para las dos de la madrugada. En las callejuelas de la villa, a medida que se acercaba la medianoche el tránsito de personas se hacía más complicado. En previsión de aglomeraciones, el Concello ya tenía un plan para aliviar las calles: retirar las terrazas de los establecimientos a la una.

Tenderetes de bengalas

Los tenderetes de bengalas se han convertido en una fuente de ingreso para unas fiestas que tienen apreturas. Por encima, esta edición, algunos hosteleros descontentos con el botellón se hicieron los remolones a la hora de aportar fondos para la organización, como confesó el propio Ramón Iglesias, Xixí, presidente de la comisión, en su intervención de madrugada.

Las dos campanadas de la última noche de A Guadalupe son tan mágicas como las doce de Fin de Año o el chupinazo de San Fermín. En un instante parece que todo se para; sobre las cabezas de los festeiros chispean las bengalas; la orquesta toca A rianxeira; y todo el mundo rompe a cantar «ondiñas veñen, ondiñas veñes, ondiñas veñen e van; non te vaias rianxeira que te vas a marear». Una segunda orquesta toma el testigo y continúa la canción, y la tercera hace lo propio. Luego llegan los brindis, la felicidad... no es para menos, se acaban ocho días de fiestas, los cuerpos piden descanso, pero no perdonan la última noche, la verbena más larga, que se cierra cuando el sol ya alumbra un nuevo día.

No faltan nunca las palabras de Xixí -este año un poco más duras por el desencuentro con algunos hosteleros- siempre cariñosas animando a vecinos y forasteros «que tamén sodes rianxeiros, por eso estades aquí» a pasarlo bien, con «sentidiño nos coches», para rematar con un «viva Rianxo», convenientemente respondido por el público, varios «viva A Guadalupe», que obtienen los vítores más sonados de los asistentes, o un «que bote de Rianxo», cuya respuesta son centenares de personas dando saltos en la plaza Castelao al ritmo que marca Ramón Iglesias, quien no disimula que ese molesto fenómeno llamado botellón ya forma parte de la fiesta, y poco saben qué hacer con él.