El velero que partió de A Pobra para quedar anclado en un pinar

O.??p.? arca LALÍN / LA VOZ

BARBANZA

MARCOS MÍGUEZ

El coste del amarre obligó al propietario a trasladar el barco

08 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La vida de Alberto -«no pongas mis apellidos, si no todo el mundo sabe tanto como yo», señala con cierta ironía- transcurrió durante doce años pegada al mar: tras haber dejado atrás su Madrid natal trabajaba en la reparación de embarcaciones de recreo en Almería, y él mismo tenía un velero de diez metros de eslora atracado en el puerto de Almerimar. En uno de esos giros del destino, Alberto cambió Andalucía por Galicia hace cinco años, y la costa por el interior: se asentó en el municipio pontevedrés de Rodeiro, y ahí regenta una granja de pollos.

Atrás quedaba Almería, pero no su velero: se embarcó en la que iba a ser su travesía más larga, y después de cruzar el estrecho de Gibraltar subió por la costa portuguesa hasta su nueva tierra. Sin conocer mucho de la costa gallega, decidió atracar su barco en Bouzas, uno de los amarres más asequibles que encontró. Allí estuvo el barco dos años, hasta que se lo llevó para A Pobra do Caramiñal: «Nos gustó más, y se fue para allí».

Recuerda que pagaba inicialmente menos de 100 euros al mes, pero al cabo de un par de años «hubo una subida bastante sabrosona, pedían unos 200 euros mensuales, más luz y agua aparte, porque una compañía se hizo cargo del puerto para explotarlo». En el actual contexto económico, una renta demasiado elevada para mantener en el agua un velero del que además tenía cada vez menos tiempo para disfrutar. Así que Alberto decidió anclar el barco en un escenario muy particular: un pinar de su propiedad, en Rodeiro, con vistas a su propia granja. Allí está desde hace un año, con su esbelta estructura de 33 pies apuntalada a babor y estribor, términos de poca utilización en estas tierras del norte de la provincia de Pontevedra. Y con el mástil desmontado, depositado junto a la embarcación.

Sin mantenimiento

«Tener el barco en el mar no es solo el coste del atraque, que se va por encima de los 2.400 euros anuales. No hay tiempo para él, porque el barco requiere mucho cuidado: tienes que hacerle el mantenimiento, darle antifouling, pulirlo, cambiarle las drizas que se rompen... Aquí no se hunde ni nada. Eso sí, se ensucia mucho, pero está bien. El único mantenimiento que le hago es limpiarlo de vez en cuando», señala Alberto.

El velero apenas se ve desde la carretera que cruza por delante de la granja, ubicada en una parroquia rural de Rodeiro: sus discretos tonos blancos y azules, y la considerable distancia de unos cientos de metros desde la carretera al pinar contribuyen a un camuflaje efectivo en medio de los árboles. Pero no pasa desapercibido para los vecinos. ¿Y qué le comentan? «La gente no comenta nada, no les importa que el barco esté ahí». Aunque a otros foráneos, como los cazadores que recorren los montes de Rodeiro, sí les impresiona encontrarse de repente en un pinar con un velero, a un centenar de kilómetros de la costa.