
La zona más afectada es la de Noia, donde hay 1.500 personas esperando que cese la marea roja
12 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.La marea roja que afecta a todos los polígonos de bateas y a gran parte de los bancos naturales de las rías de Muros-Noia y Arousa aboca al paro a al menos 2.600 personas. De ellas, alrededor de 850 son mejilloneros y otros 1.800 son mariscadores. Los números pueden parecer grandes. Pero no son nada exagerados. De hecho, posiblemente se queden bastante cortos.
Si el episodio tóxico se alarga, tal y como todo parece indicar, perjudicará a muchísimos trabajadores más. No en vano, las conserveras seguramente acaben prescindiendo de las personas que incorporan para campañas fuertes como las del mejillón o el berberecho. Y los bateeiros, más pronto o más tarde, también dejarán de contratar a operarios que habitualmente les ayudan en las bateas. Eso, por no hablar de los cocederos, depuradores y demás eslabones de la cadena. Por tanto, se trata de un descalabro en toda regla de la economía ligada al mar.
La sensación de que el paro ha llegado para quedarse estaba instalada ayer en las cofradías de Ribeira, Aguiño, Noia o Muros. El pesimismo se vendía barato en las oficinas de las entidades marineras. Quizás porque desde el propio Intecmar indicaron que se trata de un episodio tóxico «moi forte, moi virulento e moi repentino», en las dos rías empezaban a echar cuentas y cruzar los dedos.
En Ribeira, donde el lunes debería iniciarse la campaña marisquera, el patrón mayor hablaba en estos términos: «Sabemos que non imos poder saír pola ameixa, pero cústanos facernos á idea. Estaremos ata o último minuto pendentes por se abre e se pode saír».
El ejemplo del verano
En cuanto a los bateeiros, lo cierto es que están bastante más acostumbrados a la marea roja. Todavía este verano convivieron con ella. La toxina dejó huérfanas de bivalvo las mesas de los restaurantes en los meses fetiche para este sector. Ahora, la situación se lleva con resignación. Pero también con impotencia. Según indican, los últimos días antes de la orden de paralización a causa de la toxina fueron las jornadas del año con más descargas de mejillón. Cuando los camiones salieron de los puertos, poco se intuía de que horas más tarde vendrían de vuelta. Y de que todo ese marisco en vez de llegar al mercado acabaría de nuevo en la batea, seguramente, para terminar desechándose, ya que voces autorizadas del sector indican que, por mucho que se vuelva a colgar, ese producto tiene un elevadísimo índice de mortandad.