
El empresario Agustín Caamaño se benefició de una aportación de los fondos europeos de 162.000 euros, fruto de la cual levantó un tanatorio en Portobravo. Asegura que el hecho de que su proyecto fuera aceptado resultó determinante: «Sin esta ayuda no hubiera podido construirlo porque se trata de una inversión muy grande. Si tienes apoyo económico te animas y te arriesgas». Recalca que el desembolso fue importante porque tuvo que adquirir los terrenos: «El precio del suelo es elevado en estos casos porque nadie quiere tener un tanatorio cerca de casa. Además, hace falta una superficie grande porque se precisa disponer de un extenso aparcamiento. Los gastos son tremendos».
Agustín Caamaño precisa que consiguió el dinero de los planes de desarrollo rural porque en el término lousamiano no había ningún tanatorio. Aunque destaca que se trató de una aportación buena, recalca: «No llegó ni a la quinta parte de la inversión que realicé». Por eso, este empresario se vio obligado a buscar financiación en los bancos.
Examen minucioso
Agustín Caamaño también destaca la minuciosidad con la que se examina todo el proceso para conceder las ayudas: «Lo miran todo con lupa. Dos personas se encargaron del papeleo. Un particular no puede hacerlo porque hay que estar muy atento. Un pequeño fallo puede suponer que pierdas la subvención y eso, desde luego, puede ser una ruina».
De hecho, Caamaño explica que se vio apurado porque, debido al mal tiempo, la construcción del tanatorio de Portobravo se demoró más de lo previsto y, por poco, no se acaba la obra en el plazo previsto. Finalmente todo salió bien y se remató según lo establecido.
En cuanto a la marcha del servicio funerario en la localidad, recalcó que se permite la entrada de todo tipo de compañías y explicó que todo lleva su tiempo: «Los negocios no empiezan a funcionar desde el primer día. Se tarda un tiempo y cuando uno se mete a realizar inversiones tiene que tener eso muy claro». El empresario está satisfecho por haberse arriesgado.