
La vecina de Porto do Son celebrará el próximo lunes su 106 cumpleaños en un encuentro con sus seres queridos
18 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.1909 fue un año acompasado por grandes acontecimientos que marcaron el progreso de la historia: los exploradores estadounidenses Robert Peary y Matthew Hensonse se convirtieron en los primeros hombres en llegar al Polo Norte; comenzó la construcción del buque de vapor más grande de la época, el Titanic; Barcelona y otras ciudades de Cataluña vivieron la Semana Trágica. Al margen de estos hechos, se produce otro que, aunque no aparece recogido en las enciclopedias, pasa a engrosar la pequeña historia local de Porto do Son: nació Gloria Santos Castilla.
Con apenas 7 años, esta vecina sonense se embarcó en el trasatlántico Reina Victoria Eugenia para adentrarse en ultramar. El destino que les esperaba a ella y a su familia no era otro que las eternas tierras uruguayas, inagotable fuente de inmigrantes gallegos. Este sería solo el comienzo de una larga vida marcada por las condiciones de la guerra, la emigración y la aventura.
Se hace camino al andar
Tras año y medio en Montevideo, Gloria Santos regresó a su pueblo natal. En años venideros, correspondientes con la Primera Guerra Mundial, recuerda que una gran pandemia de gripe asoló España, llevándose la vida de su padre por delante. Su madre, viuda y con cuatro hijos que alimentar se vio en una situación bastante inestable.
Una Gloria de 15 años no lo pensó dos veces y se dispuso a surcar los océanos de nuevo en busca de trabajo. Su predisposición y carácter decidido la empujaron a emigrar, esta vez en dirección Buenos Aires. Allí trabajó como sirvienta durante más de 10 años en varias casas de gente perteneciente a la alta esfera social argentina. Parte del salario se lo envió a su madre, lo que supuso una gran ayuda para criar a sus tres hermanos.
Con el estallido de la guerra civil española, la sonense decidió quedarse en Porto do Son y ayudar a su madre. Si se hubiera ido no habría conoció al que fue su único esposo, un guardia civil extremeño diez años más joven que ella. Desgraciadamente, ya no se encuentra a su lado, pero en la vida no le ha faltado amor y camino que recorrer. Su historial de viajes recoge destinos como Portugal, Alemania, Italia o Brasil. Ella tiene bien claro cual será su destino final: «Donde nací, aquí me quedaré».
A sus casi 106 años, Gloria Santos goza de una lucidez envidiable. A pesar de someterse a numerosas intervenciones quirúrgicas, entre ellas una cirugía de corazón y de cadera pasados los 90 años, esta enérgica anciana mantiene una salud que ya muchos quisieran. Al preguntarle por la receta de la juventud, responde: «Ni fumo, ni bebo, ni trasnocho».
Delantal de oro, bandeja de plata
El trabajo que desempeñó sirviendo en hogares argentinos fue vital para su progreso económico y el de su familia. Durante años le envió a su viuda madre dinero que ayudase a mantener a sus tres hermanos pequeños. Parte del salario lo ahorraba o se lo gastaba en pequeños caprichos.
Por aquel entonces ganaba 60 pesos argentinos, lo que equivalía a otras 60 pesetas españolas: «En esa época era mucho dinero». Su estancia en tierras latinoamericanas le valió para trabajar en casas de diversas personalidades públicas. Una de ellas el que fuera director del Banco de la Nación Argentina y otra el presidente de Argentina que gobernó de 1922 a 1928, Marcelo Torcuato de Alvear.
«Desempeñaba muy bien mi labor y era toda una belleza», presume Gloria Santos.