
Las acusaciones e insultos entre ediles y funcionarios dejaron en segundo plano las votaciones
19 mar 2003 . Actualizado a las 06:00 h.?a llegada de la primavera no sólo exalta a los enamorados. También afecta, y mucho, al espíritu de los concejales y funcionarios del Ayuntamiento de A Laracha. Pero, en este caso, en el peor sentido. Ayer por la tarde se celebró en el Concello un pleno extraordinario en el que hubo de todo: insultos, testigos de excepción, llamadas al orden e, incluso, advertencias a un periodista. Los del BNG iniciaron la sesión con una reivindicación: solicitaban a la corporación que mantuviera un minuto de silencio como homenaje a las víctimas que van a morir en la posible guerra contra Irak, y se colocaron un folio en el pecho con un «non á guerra» bien grande, lo que desató el huracán. A partir de ahí, el cruce de acusaciones fue constante y la mayor lucha dialéctica la mantuvieron Xosé Suárez y el secretario del Concello, Eduardo Figueroa. El socialista lo acusó de no hacer constar en las actas las faltas de un concejal del PP, aunque sí la de los del PSOE. Después solicitó la retirada de un punto de la orden del día y el secretario se negó a recoger la petición: «Non me da a gana porque o que di Suárez é irregular». «Váiase por aí _dirigiéndose al portavoz socialista-, serénese e tranquilícese. Non teño que recibir insultos de ninguén», aseguró. La respuesta de Suárez fue contundente: «Mañán terá unha denuncia no xulgado de Carballo». La tensión fue a más y el secretario, incluso, llegó a dirigirse a uno de los periodistas que estaban en la sala realizando su trabajo: «E vostede, teña coidado co que apunta tamén». Después bajó el tono de la advertencia: «Recolla a verdade, non o que se lle ocurra». Un inspector La verdad fue que la tensión continuó y que el fedatario le reprochó al portavoz nacionalista, Xosé Antón de la Fuente Subiela, su tendencia a «discutir todo», a lo que éste contestó: «E que a nosa función como oposición é, precisamente, fiscalizar o funcionamento do goberno». Y como después de la tempestad viene la calma, los ediles se tranquilizaron un poco y continuaron con las votaciones. En ese momento también entró en el pleno un desconocido que bien parecía un inspector de la Administración. Suárez lo explicó, entre carcajadas, al final de la sesión: «Era un inspector de seguros, pero cando chegou o talante ben que cambiou». Los portavoces siguieron discutiendo sobre legalidades y sobre la labor del fedatario municipal. Pero los peores insultos fueron entre José Manuel Varela -«¿Pero a vostede quen lle fai as recetas?»- y Suárez, que le respondió con improperios irreproducibles e invitaciones a conductas homosexuales.