Si de bien nacidos es estar agradecidos el músico vasco Kepa Junkera lo está y mucho al acordeonista muxián Pazos de Merexo. De ahí que entre los más de 200 artistas que participan en el disco Galiza -varios de ellos de primerísimo nivel y algunos también de la comarca- el bilbaíno haya elegido a Pazos para presentarle en primicia su nuevo trabajo, en el que el casi nonagenario interpreta la última pieza.
No es la primera visita del maestro de la trikitixa -así llaman al acordeón en su tierra- a Muxía y mucho menos a Galicia, porque ha estado yendo y viniendo continuamente desde que se enamoró del folclore patrio hace ya más de dos décadas. Sin embargo, el encuentro de ayer tuvo mucho de especial por distintos motivos, el principal que la familia de Manuel Pazos lo tenía medio engañado y se topó por sorpresa con su ídolo que es a la vez gran admirador.
Antes de esa emotiva reunión en la casa de Merexo, Junkera llegó también de improviso al colegio de Os Muíños, donde estudian Lucía, Anxo, Adrián y Manuel, los nietos de Pazos, de los que además este último guarda el nombre del abuelo y su buen hacer con el acordeón.
Fue una agradable visita para los escolares, que interrumpieron un momento las clases para disfrutar de la actuación del artista, que tocó acompañado por Manuel el heredero musical de Merexo. Sin embargo, el momento más emotivo de la jornada llegó justo después en la casa familiar, donde sonaba Galiza de fondo mientras Junkera compartía tertulia al pie de la lareira acompañado por los dos Pedros, el hermano y el hijo de Pazos, su nuera y la hija de José Blanco Pazos, el tío del músico muxián que le mandó desde Argentina su primera acordeón.
El vasco no tuvo más que palabras de elogio para para el veterano interprete. «A esta gente no la podemos juzgar desde un punto de vista técnico, sino por la personalidad increíble que tiene todo lo que hacen. Yo mismo también soy autodidacta, mi abuelo tocaba la pandereta, mi madre bailaba,... Es esa tradición lo que nos une y, en parte, lo que hay en este disco en el que no quise añadir nada accesorio. Si hay un grupo como Luar na Lubre pues suenan todos sus instrumentos, pero en muchos casos lo que se oye es un simple pandero», explicó Junkera que quedó fascinado por el ambiente y la temperatura que le daba la lareira al salón y no dudó en subirse al hórreo con Pazos -quien demostró una gran habilidad- para interpretar una pieza sentados sobre el maíz recién cosechado.
La fascinación es mutua y el muxián, que no soltó el instrumento ni para sentarse a la mesa e incluso aprovechaba para tocar mientras su colega hablaba por el móvil, también se deshizo en alabanzas.
Recordó cuando lo conoció como espectador en la Carballeira de Zas, allá por el 2002, y cuando tocaron juntos en O Couto (Ponteceso) de la mano de Xurxo Souto. «A verdade é que ao oílo asusteime un pouco porque toca moito mellor ca min, pero, como eu digo, cada un vai a feira co que ten», señaló Pazos incapaz de bajarse de una modestia natural y sentida que tiene poco que ver con su verdadero nivel musical.
Con almuerzo de por medio, la reunión giró en torno a las historias de la emigración a Argentina, y como el abuelo, el padre y los tíos del acordeonista se labraron allí un futuro como aguadores, descargando sacos, de mecánicos improvisados o en puestos contables con una formación más bien escasa.