
Los daños solo son comparables a la respuesta solidaria de instituciones y particulares
12 ene 2014 . Actualizado a las 07:05 h.Al margen del Prestige, que se cebó con Muxía pero también con el resto de la Costa da Morte y buena parte de Galicia, el incendio del santuario de la Virxe da Barca y el posterior temporal de estas Navidades es la peor catástrofe ocurrida en Muxía, como mínimo desde diciembre de 1978, cuando un huracán derribó construcciones, hizo que el mar atravesase el pueblo desde el Coído hasta el puerto, y dejó un reguero de desperfectos que los vecinos tardaron muchos meses en subsanar.
Ya en aquella ocasión, concretamente el 16 de diciembre, se rompió por primera la vez la Pedra de Abalar, que vuelve a estar fracturada, pero, en esta ocasión, los daños tienen, si cabe, un contenido aún más simbólico. Se perdió el techo de la basílica, renovado en 1993; de la sacristía únicamente quedaron los muros exteriores, hay decenas de imágenes y centenares tanto de exvotos como de útiles para el culto calcinados y, sobre todo, desapareció el retablo barroco del altar mayor. Este conjunto, con la talla gótica de la Virxe da Barca, que sí se salvó por estar guardada en otro lugar, era el elemento con más valor artístico del templo y el que definía su decoración interior.
Por si fuera poco, el día de Reyes un virulento temporal, con olas de más de 10 metros de altura en algunos momentos, hizo que el agua bordease la iglesia por ambos flancos, después de derribar la pared de casi un metro de grosor que separaba el atrio del santuario lítico, en el que están varias rocas a las que se les atribuye propiedades mágicas desde tiempos inmemoriales.
Las piedras llegaron a romper la puerta principal y entrar en la iglesia, a donde volvió la preocupación por la resistencia de la bóveda, que sigue estable, ahora protegida por una cubierta de plástico, a la espera de que hoy las arquitectas encargadas inicien los estudios para la redacción del proyecto básico de reconstrucción. Tienen un mes para hacerlo y, como en todo lo que ha tenido que ver con la Barca en las últimas semanas, parece que el compromiso de celeridad es real.
En contra de lo que pasó con el Prestige, por ejemplo, esta vez la respuesta solidaria masiva de la gente, de dentro y fuera de Muxía, ha venido acompañada de implicación política e institucional, a través del propio presidente de la Xunta de Galicia o del arzobispo de Santiago, que se ha comprometido a que la Iglesia Católica pague los algo más de 200.000 euros que hay de diferencia entre la póliza de seguros contratada y el coste en el que los técnicos de Patrimonio cifraron, inicialmente, la obra civil.