La factoría ceense acogió un gran punto de tratamiento de aceites y grasas
21 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.Al comenzar a funcionar la factoría ballenera de Caneliñas, también se creó un centro de distribución comercial de aceites y grasas y barbas de ballena para diversos usos industriales, y de guano procedente de la calcinación y trituración de las carnes y huesos de los cetáceos. Y al sufrir a menudo los cachalotes un tumor en el vientre que segrega un ámbar gris, este cetáceo rendía con frecuencia cantidades apreciables de este producto, básico para la más rica y costosa perfumería y de los afrodisíacos más eficaces de la época.
En los primeros días del mes de febrero de 1924, uno de los buques balleneros cazó un cachalote que tenía en sus intestinos 38 kilos de ámbar gris, lo que supuso alcanzar un rendimiento próximo a las 472.000 pesetas de entonces. Este apreciado producto que citamos, en particular, se enviaba en una doble caja de hierro y madera desde Corcubión a A Coruña, custodiada por el cajero de la sociedad ballenera para, desde la capital provincial, reenviarlo a París.
Como conocen muchos lectores, el ámbar gris huele a demonios podridos, y de las infernales calderas de la factoría en las que se extraía la grasa, de la especie de freiduría de carne de ballenas y de los hornos de calcinación, brotaba un olor nauseabundo, acre, irrespirable, de una pestilencia horrible, lanzando las chimeneas de la factoría un humo espeso, denso y negro contra el cielo, oscureciéndolo, provocando que numerosos visitantes a las instalaciones fabriles huyesen del lugar tapando bocas y orificios nasales por no poder soportarlo.
El rendimiento de una ballena de tamaño medio ordinario producía de 25 a 30.000 kilogramos de aceite, 1.800 barbas, y gran cantidad de negro guano animal que se fabricaba de los huesos para abonos artificiales.
El vapor Marote fue el único que operó durante los primeros meses de funcionamiento de la factoría, cazando en la última semana de enero de 1924 un total de nueve ballenas, algunas con una longitud de 28 metros de largo, sumándose al año siguiente el vapor William Wilson, de unas 200 toneladas de registro bruto y tripulado en su mayoría por noruegos, así como el vapor llamado La Condesa del Moral de Calatrava, batiéndose récords de capturas.
En la temporada de pesca de 1925 hubo una semana que llegaron para descuartizarlas 20 ballenas y ballenatos; y en la temporada de 1926 los barcos de la factoría dieron muerte a más de 600 cetáceos, empleando a alrededor de 200 individuos -12 de ellos, noruegos- contando los tripulantes de los buques.
No obstante, entre esas tripulaciones no existían prácticamente oriundos de las localidades ribereñas de la ría, originando algunas protestas. Según las Memorias de la sociedad, en los ejercicios desde fines de noviembre a 31 de diciembre de 1924, de enero a noviembre de 1925, de abril a octubre de 1926 y de marzo a junio de 1927, fueron capturadas 1.253 ballenas y 42 cachalotes. Es decir: en 22 meses de pesca se capturaron 1.295 ejemplares, en un promedio de 57 ballenas mensuales, obteniéndose 1.894.634 hilos de aceites y 5.083.100 kilos de abonos, además de las consabidas harinas de carne, sangre desecada, ámbar gris, fosfatos...
Paralelamente a las obras de la factoría, y mientras no entró a funcionar integralmente, operó el buque factoría Blus, en el que se completaban las tareas que en tierra no podían realizarse. Y, precisamente, con uno de los últimos temporales del invierno de 1925, el vapor Blus varó en Caneliñas al ser batido contra las rocas cuando cargaba productos de la factoría ballenera.
Para aligerarlo de peso y tratar de salvarlo, se descargaron las 238 toneladas de aceite de ballena que tenía a bordo y las 215 de carbón que había en sus bodegas, intentando recuperarlo con el vapor noruego Jason al aprovechar la ocasión de haber arribado en la ría en su paso hacia Las Palmas. Después de haber sido reconocido el casco por el ingeniero naval de la dotación del Jason, por un buzo jurado y por el capitán de la nave de salvamento, no fue posible hacerlo, y aunque posteriormente arribó a Caneliñas el remolcador danés Emzewizer, finalmente el Blus se perdió totalmente entre los peñascos.
Conflictos sociales
El primero de julio de 1925, un año después de inaugurarse la factoría, la Sociedad de Oficios Varios de Corcubión, que a la sazón estaba ilegalizada por haberse suspendido las garantías constitucionales por la Dictablanda de Miguel Primo de Rivera, organizó una huelga con un plante de los obreros para exigir un jornal más digno, no accediéndose por parte de la empresa a sus demandas. Las reivindicaciones presentadas eran la jornada de ocho horas laborales en lugar de las doce que trabajaban, y un salario o jornal de cinco pesetas en lugar de trabajar a destajo, ordenando el gobernador civil clausurar el sindicato mientras la empresa reemplazaba a los obreros por personal contratado en Fisterra, abonándoles a estos últimos siete pesetas diarias libres.
A la sazón de este incidente, el presidente de la Sociedad de Oficios Varios que convocó la huelga era el carpintero corcubionés Ramón Fernández Vara, hermano del que fue alcalde, secretario municipal y procurador de los tribunales -y mejor persona- Joaquín Fernández Vara, ocupando la vicesecretaría sindical Juan M. Lestón, pescador de la aldea de Oliveira. Y hasta seis años después, en 1931, con la llegada de la II República a España, no volvieron a funcionar los sindicatos en Corcubión.
En el mes de abril de 1927 arribó a la zona de Caneliñas una fragata de tres palos, el Monkbarns, destinada a pontón de la nueva empresa de Ramiro González y Cía, de la que también era socia la Factoría Ballenera. Este buque pasaría años más tarde a ser propiedad de la Compañía General de Carbones, y se convertiría en el último pontón de la ría. Al reanudarse los trabajos en la campaña de 1927 aumentó el número de buques de vapor dedicados a la caza de ballenas, hasta un número total de siete, aunque en las tripulaciones de los barcos seguían sin figurar gentes de la ría. No obstante, en el mes de septiembre de este último año fueron suspendidas las faenas debido a la escasez de cetáceos: en ese verano se habían dado muerte a un reducido número, atribuyéndose a la falta de camarones que constituían el principal alimento de las ballenas, obligándolas a emigrar a otros mares en su busca, según afirmaron los medios de comunicación de la época.
Y, así, prosiguió laborando la factoría de Caneliñas hasta que la guerra civil -¡siempre las consecuencias negativas de la guerra civil!- provocó su cierre en 1938, a causa del deterioro económico y social que supuso en nuestra zona, y en España en general, la sublevación de los militares de Francisco Franco, aunque años más tarde, en 1951, otra empresa cogió el testigo de la caza de ballenas en Caneliñas, una época que ya no es objeto de este estudio.
GALICIA OSCURA, FINISTERRE VIVO
La mayoría de las tripulaciones de los barcos procedían de lejos de la zona