
El agente al que homenajean mañana hace balance de su dilatada trayectoria
27 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.Antonio Morcillo Domene (Gor-Granada, 1955) desarrolló prácticamente toda su trayectoria profesional en el destacamento de Tráfico de Corcubión, en el que hoy continúa su hijo Antonio Morcillo Rey. Como desde el pasado mes de junio está ya en la reserva, el pequeño de la familia y el resto compañeros de la agrupación le han preparado un homenaje para mañana a las 22.00 horas en la Casa Valentín de A Pereiriña (Cee) que pretende agradecerle tantos años de servicio y dedicación al cuerpo.
-¿Cómo acabó en Corcubión?
-Entré en la Guardia Civil en 1976 y pasé por los grupos de Rural e Información, primero en la Comandancia de Gerona y luego en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja). Fueron solo unos cinco años y luego ya estuve siempre en Tráfico y además en Corcubión. Cuando vinimos mi hijo mayor tendría unos cinco años y el pequeño uno o dos, con lo que ya hicimos toda nuestra vida aquí. Ahora desde junio estamos a medio camino entre Granada, donde tenemos casa, y aquí. Nos repartiremos unos meses en cada sitio.
-Guardará muchos recuerdos.
-Para escribir un libro si encontrase un buen editor [se ríe]. Hay momentos buenos y algunos muy malos, pero el cómputo global yo lo calificaría como sobresaliente. A veces pelear con la gente es muy difícil y siempre hay ese 1 % que te gustaría cogerlo y tirarlo por un puente, porque, no es que no entienda las cosas, es que no quiere entenderlas. Sin embargo, son excepciones contadas porque el 99 % de la gente es comprensiva con nuestro trabajo.
-¿Cuáles son esos momentos malos de los que habla?
-Los accidentes. Son lo más desagradable que hay, momentos complicados y de mucha tensión, que en ocasiones se llevan especialmente mal pero son cosas que hay que ir capeando.
-¿Resulta especialmente difícil tratar con los conocidos?
-Eso en un pueblo pequeño como Corcubión es inevitable. Ahora la circulación se ha incrementado mucho pero yo recuerdo los tiempos en los que tardabas más de 10 minutos en ver pasar un coche por la carretera y, además, te encontrabas siempre a los mismos porque era los que había. Y claro que es complicado, pero, como ya dije, la inmensa mayoría sabe que cumplimos una función que es buena para todos.
-¿Cómo eran los medios para trabajar entonces?
-Las carreteras eran verdaderas corredoiras como las llamáis aquí en Galicia y nuestro ámbito de actuación, que ahora nos lo han reducido bastante, llegaba casi hasta Ribeira y hasta el alto de San Xusto en Noia, con lo que la zona que teníamos que abarcar resultaba inmensa. Además, éramos siete guardias, hoy estamos 22 motoristas y unos 10 o 12 de atestados, que te solucionan un montón de problemas, especialmente en los accidentes. La Policía Local estaba apenas desarrollada: en Outes había dos agentes y en Noia, tres o cuatro; en Camariñas creo recordar que aún no estaban y hoy es fácil encontrarse con plantillas de cinco o seis. Tampoco se pueden comparar los modernos turismos y las motocicletas que tenemos ahora, que no es que las de antes estuviesen mal, pero han mejorado mucho. Aparte, todo el sistema de gestión de emergencias ha cambiado. Yo tengo ido en medio de una nevada a pedirle por favor al de la grúa, que estaba descargando materiales en una obra, que nos viniese a quitar un coche de la carretera.
-¿Cuáles son las principales mejoras y los riesgos que aún persisten en la circulación?
-La conciencia ha mejorado mucho, no cabe duda, y el carné por puntos hace que la gente lo primero que te pregunte es si una sanción tiene retirada de puntos: preocupa más que lo económico. Sin embargo yo creo que tiene que seguir mejorando, entender que en lugar de cuatro cubalibres es preferible tomar uno o ninguno, porque hay un montón de chavales que ya lo hacen: van cinco y uno no bebe. Luego está lo del móvil, que todavía queda el típico al que le adelantas, va hablando y se ríe.