Quince años de la gran manifestación de la Costa da Morte en Madrid

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CAMARIÑAS

JOSE MANUEL CASAL

Tal día como hoy, un millar de personas de la comarca se desplazaron a la capital en la marcha contra el Prestige

23 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Era domingo, y hacía frío. A las 7.30 de la mañana muchos de los 15 autocares que habían salido de la Costa da Morte comenzaban a estacionar en el centro de Madrid. El de Vimianzo había partidos sobre las 23.00 del sábado, de Carnota venían tres más. Cee, Fisterra, Muxía, Camariñas, dos de Malpica, dos de Carballo, Cerceda... La A-6 era una fila inmensa de autocares y coches particulares, que se fue incrementando por el camino, y con paradas en restaurantes y áreas de servicios que parecían romerías. Según los cálculos de aquel día y de la organización, Nunca Máis, desde la Costa da Morte viajaron unas mil personas. Más complejo fue saber cuánta gente se dio cita en las calles por las que transcurrió la marcha, desde Atocha y hasta el final en la Puerta del Sol. La Delegación del Gobierno hablaba de 100.000 asistentes. Los organizadores, de un millón. Una multitud, en todo caso, que abarrotó la capital con gritos y cánticos permanentes y críticas a la gestión que el Gobierno hacía de la crisis del Prestige, hundido tres meses antes.

Había numerosos políticos, como los socialistas Zapatero o Touriño, o el nacionalista Anxo Quintana, además de los líderes de los principales sindicatos. Y gran cantidad de artistas: Bardem, Tristán Ulloa, Luis Tosar, Teté Delgado, Julián Hernández, María Pujalte, Nancho Novo... Un hervidero de todo a cada paso. De la comarca acudieron Félix Porto, Rafael Mouzo, Manuel Antelo, Marisol Soneira, Xan Bautista Pose o Evencio Ferrero, entre otros. El alcalde carballés recordaba ayer que llevaba una bobina de 500 pegatinas y las repartió en un santiamén: «Non me chegaron a nada». Cree que fue una manifestación «moi impactante», y destaca el excelente recibimiento «e apoio» que tuvieron en la ciudad. Como anécdota, el autobús en el que había viajado se estropeó, y a la vuelta sus ocupantes se repartieron en los otros dos de Carballo. Alguno incluso viajó de pie, pero no pareció importarle.