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Un camino lleno de sentidos

m. rey CARBALLO / LA VOZ

FISTERRA

JOSÉ MANUEL CASAL

Un peregrino invidente brasileño llegó ayer al Cabo Fisterra acompañado de su guía

22 nov 2016 . Actualizado a las 16:16 h.

En el horizonte del Cabo Fisterra, una nube empezaba a descargar una cortina de agua sobre el Atlántico. En las rocas, junto a la Vaca que avisaba a los barcos que no podían ver el peligro la costa en medio de la niebla, descansaban José Vicente de Paula y Ricardo Carvajal, dos peregrinos de Sao Paulo que el domingo llegaron a Fisterra desde Compostela tras completar el Camino Inglés. Por el cambio de humedad en el aire, imposible de percibir para muchos, José Vicente sabía que se acercaba la lluvia a pesar de que lleva más de quince años de ciego. Este funcionario brasileño realizó durante la semana pasada el Camino de la mano de Ricardo, su guía y, en gran parte, ‘culpable’ de la aventura.

El año pasado, en medio de la soledad de la Meseta mientras hacía la ruta jacobea, Ricardo, militar de la Marina, reflexionó sobre cómo sería la experiencia de hacer el Camino para un invidente. De vuelta a Brasil, conoció el trabajo de Amigos pra Valer, la asociación creada por José Vicente, que trabaja a favor de la integración social de las personas con deficiencia visual, y le propuso volver a Galicia con él para hacer el Camino Inglés. De Paula aceptó enseguida.

El día 8 de este mes llegaron a Ferrol y se pusieron en marcha. Ricardo era los ojos de José, pero José era el olfato, el tacto y el oído de Ricardo. Uno era el guía del otro. «Eu levábao do brazo, pero el ía contándome todo o que percibía», explica Carvajal. Y José empieza a enumerar, acto seguido, todas esas sensaciones. Durante la etapa entre Negreira y Olveiroa, «sentía o cheiro do gando, o esterco e os silos», algo que, de otra manera, le habría pasado desapercibido a su acompañante. «Gracias a José, eu desfrutei dun Camiño pleno de sentidos, percibín cousas que de outra maneira non sentiría».

Además del aroma del ganado, José se deleitó con muchas otras sensaciones. «Gustábanme moito os treitos do Camiño que eran de pedra, era como unha ruta auténtica, moito mellor que o asfalto». Durante largos trechos, incluso se soltó de la mano de Ricardo, y caminó sólo, utilizando como referencia el rastro auditivo de los otros peregrinos.

En otro momento, refutó a Ricardo cuando le dijo que se pusiera el chubasquero, porque iba a llover. «Iamos camiñando e vin unha nube bastante escura ao lonxe. Eu díxenlle que se abrigara, pero contestoume que estivera tranquilo, que non ía chover. E así foi. Pasou unha hora e non caeu nin unha gota», recuerda entre risas Ricardo.

José tuvo problemas de visión desde muy joven. La fue perdiendo gradualmente hasta que hace más de un decenio, el mundo se le fundió definitivamente a negro. Pero en su interior aún había mucha luz. Siguió trabajando en el departamento de Defensa Civil del estado de Sao Paulo. Hace gran parte de sus labores a través de la radio, por lo que con muchos compañeros ha establecido una relación basada en el contacto sonoro. «Despois de vinte anos, coñecín a algún compañeiro e quedou moi sorprendido cando viu que eu era cego. Eu pregunteille: ‘houbo algunha vez na que che dera algunha información errónea?’». Obviamente, no se había equivocado.

Desde Amigos pra Valer, José Vicente intenta hacer que personas como él disfruten la vida de forma plena. Organizan rutas de senderismo, visitas a museos, al cine, a conciertos, a la ópera, bailes, etc. Explica De Paula que en Brasil se ha avanzado mucho en la integración de las personas ciegas. «O ano pasado visitei EE.UU. e alí era moito máis complicado. En Sao Paulo, por exemplo, hai liñas de transporte público con empregados que se dedican case en exclusiva a atender as persoas con discapacidade». En este tiempo, Amigos pra Valer se ha hecho un hueco en la vida diaria de los paulistas. En los días previos a los juegos de Río, José Vicente portó durante un tramo de la ruta olímpica a su paso por Sao Paulo.

Antes de emprender la última etapa hasta Muxía, llegaron al final del mundo. El cansancio ya había hecho algo de mella, así que tenían previsto ir en autobús hasta el pueblo muxián y acabar a pie hasta A Barca. Mientras se acercaba al promontorio nerio, José iba describiendo lo que sentía a su alrededor. «Escoito cerca as gaivotas, pero o mar parece algo lonxe, non é? Hai praia ou cantís?». Ricardo le respondía. «É que estamos bastante altos. Hai moitas rochas polo medio». El invidente decía que para él, aquello era «a fin da terra e o comezo do ceo».