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La plataforma del Ventorrillo denunció que el clan dirigido por la mujer, de 65 años, acude a traficar con una furgoneta
21 ene 2012 . Actualizado a las 07:00 h.Cuando la plataforma del Ventorrillo por el desmantelamiento de Penamoa marchó hace un mes desde su barrio a María Pita para exigir a los políticos que metieran mano a los traficantes, los manifestantes caminaron tras una furgoneta de cartón piedra que ellos mismos construyeron. En tamaño natural. ¿Por qué? Porque esa maqueta era una reproducción casi perfecta de la que maneja el clan de la Tomates. Querían denunciar así la presencia de ese vehículo en la zona, prácticamente las 24 horas del día, funcionando como un dispensador de heroína ambulante. Pues bien, por ahí siguió pululando la furgoneta hasta el jueves por la tarde, cuando una patrulla de la Policía Local se presentó en el asentamiento chabolista a tirar los maderos que había levantado el clan de la Tomates hace un año tras ser expulsados del poblado. Junto al chamizo estaba la furgoneta, en la que cargaron los enseres antes de desaparecer. Fue irse la fuerza pública y regresar.
A las pocas horas, los miembros del clan de la Tomates, una mujer de 65 años con innumerables antecedentes penales por tráfico de droga, ya estaban de nuevo en el poblado con la polémica furgoneta. Pero esta vez la Policía Local no dejó pasar un mes. Volvió y los obligó a dispersarse. En la furgoneta. Al cierre de esta edición, la Tomates todavía no había regresado de nuevo al poblado.
Las razones que expone esta mujer a su apego al poblado de Penamoa es tan sencilla como que no tiene a dónde ir. Hace tres meses explicaba así su trágica situación: «Tengo varios hijos enfermos, tengo 65 años, nadie me alquila un piso, no tengo pensión. ¿A dónde voy? ¿De qué voy a vivir?».