Hasta el arco iris lloró por Peteiro

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Emotiva y multitudinaria despedida del pintor, que fue incinerado ayer

22 feb 2013 . Actualizado a las 13:12 h.

Pasaban diez minutos de las cuatro y media de la tarde. Familiares y amigos de Jorge Serafín Peteiro Vázquez abarrotaban la capilla del tanatorio Servisa. Sobre el féretro, un ramo de sus flores preferidas, las camelias rojas del jardín de su casa de Sada. El colorido de la cristalera del espacio apuntaba, aunque muy de lejos, a cualquiera de las obras del pintor. En la planta baja y en la entrada del tanatorio había tantas personas, o más, que en el interior de la capilla. Pintores, cineastas, poetas, publicistas, fotógrafos, galeristas, políticos... Todos ellos amigos, compañeros y admiradores del pintor fallecido el pasado miércoles a los 53 años de edad.

El sencillo acto de despedida consistía en unas palabras alusivas a la vida, la obra y la forma de ser de un artista que llenó de color no solo numerosos lugares de la ciudad de A Coruña, sino espacios que van desde Monforte de Lemos hasta Brasil, pasando por su municipio de residencia. Desde la puerta de la capilla, algunos de los asistentes pedían un silencio absoluto a quienes se encontraban en la planta baja con el fin de poder escuchar lo que se decía dentro. Los intentos fracasaron en un par de ocasiones y las palabras sobre el artista se quedaron en el interior.

Fuera del tanatorio, al otro lado de la entrada principal, el sol hacía brillar el azul que envuelve el hospital San Rafael. «No tengo color preferido. Los azules combinan muy bien y son muy tranquilos... pero no, no tengo ninguno preferido», había comentado Peteiro.

Algunos de los asistentes salían al exterior del tanatorio con lágrimas en los ojos: «Solo tenía 53 años...». Otros salían para esperar el final de la ceremonia. Y entonces empezó a llover. Faltaban pocos minutos para las cinco de la tarde cuando la mayor parte de los asistentes empezaron a salir de la capilla. Decenas de personas trataban de entrar para acercarse a dar el pésame a los familiares. «Me marcho; llamaré a Bea dentro de unos días porque hoy va acabar agotada con tanta gente», apuntaba uno de los asistentes.

Afuera seguía el sol. La lluvia caía al otro lado de la entrada a la ría de O Burgo. Y se formó el arco iris para llorar la ausencia del pintor más colorista.