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Esta playa se viene abajo

Toni Silva MIÑO / LA VOZ

A CORUÑA

Los arenales de Miño y Gandarío sufren graves daños estructurales

05 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El mar trabaja a turnos sin descanso dominical ni festivo. Cada 24 horas machaca la costa de la comarca coruñesa con dos pleamares. Por la tarde, se abre caminos en tierra. De madrugada, ya sin testigos, devora sin piedad lo que antes dejó temblando. Los temporales están complicando la consecución de banderas azules el próximo verano. No les bastan las pasarelas de madera, ahora también han comenzado a colonizar las de hormigón y piedra. En Miño el agua sigue empeñada en alcanzar la carretera. Ya ha derrumbado la pared frontal de los apartamentos Solymar, triste icono local del paso de las borrascas. Buena parte de las pasarelas de madera podrían reaparecer dentro de varios meses en Florida o en la Bretaña francesa, todo al capricho de las corrientes, esas a las que achacan drásticos cambios desde la construcción de la «L» de Sada. A esa letra de hormigón culpaban esta semana los propietarios del Solymar. «Hay estudios que demuestran que las corrientes cambiaron desde que está el espigón de Sada», explicaba Marta Seijo mientras veía caer los apartamentos ante la fuerza del mar. También a la «L» achacan la acumulación de algas en la playa de Gandarío, en el municipio de Bergondo, así como la falta de olas. Pero los últimos temporales llevaron a este arenal todas las olas juntas que no han asomado en la última década. Aquí el mar sí alcanzó el estrecho vial por el que transitan los coches en un trayecto circular junto a varios cámpings y negocios de hostelería. La imagen en la mañana de ayer era totalmente dantesca. La pasarela de madera se repartía en mil pedazos por toda la playa, la arena invadía el carril de coches y los cables de las farolas y las tuberías asomaban como si de los intestinos del planeta se tratasen. Paso cortado por Protección Civil. Pero el poder de atracción del mar era demasiado fuerte para la gente ociosa en una jornada festiva. Muchos comprobaron -iPhone en mano- las desfeitas del mar, capaz de derribar el muro de una finca que guarda embarcaciones de recreo para un verano que aún se ve muy lejos.