Rusia al sol

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

12 mar 2014 . Actualizado a las 10:56 h.

Un cartel escrito en alfabeto cirílico ofrece sangría. Otro, pescado fresco. Más allá, papas arrugás. En la otra curva, excursiones a La Gomera. Y diamantes. Las promesas del Este han dejado de serlo. Ahora, hechas carne tatuada, reniegan de su piel blanca tostándose en el sur de Tenerife. Son los rusos. Una tribu creciente que en los últimos años compite con los alemanes como adoradores del sol canario. Los hay con más percha de armario ropero que de gimnasio, los que piden a pares las pintas de cerveza que sirven frente a la playa de Fañabé. Medio litro a un euro. Una oferta irrechazable. Sobre todo si, además, el camarero los saluda en su idioma. Ya son reincidentes y quieren el mismo trato que los ingleses, sentirse un poco en Rusia, pero con calor. Los novatos, en cambio, no disimulan el asombro de vivir el primer verano de todos sus inviernos. Abren tanto los ojos que cabría en ellos toda el agua de la playa de Las Américas. Y vigilan a sus vecinos de terraza para obtener alguna pista sobre cómo hay que actuar ante el mojo canario. Se cruzan con otras que pasean con sus tacones interminables, collares que no terminan nunca y curvas sin fin. Estas últimas roban alguna mirada de los millonarios, los que van de la habitación a la hamaca, de la hamaca a la moto acuática y de la moto acuática al coche de seis cifras. Huyen del bufé de los hoteles de cinco estrellas para atacar con saña comidas y cenas en las que las comandas se miden en centenares de euros. ¿Quién lo iba a decir? Rusia al sol. Y Tenerife pendiente de las réplicas europeas del terremoto con epicentro en Crimea. La globalización... No solo está en juego el gas y el oro negro. También la gaseosa y el oro blanco.