Margarita Dans: «Estuve un año dando vueltas yo sola por el estadio de Riazor»

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

Fue la primera mujer en iniciarse en el atletismo en la ciudad de A Coruña

19 oct 2015 . Actualizado a las 18:36 h.

Margarita Dans es historia viva de la ciudad. Su abuelo era el compositor Mauricio Farto Parra [tiene una calle en Monte Alto] y su padre, Fernando Dans, solista de Cántigas da Terra. Nuestra protagonista, que también canta y hace teatro, fue la primera mujer que hizo atletismo en Galicia.

-Su primer campeonato nacional de atletismo fue en 1963, aunque ya había empezado a entrenar en 1961. ¿Cómo se animó?

-Por mi hermano, que hacía salto de altura y siempre me pedía que le acompañase. A mí me parecía aburrido pero, al final, le hice caso.

-No se arrepintió, supongo.

-Fue la mejor etapa de mi vida. Y eso que comencé dando vueltas al estadio de Riazor yo sola.

-Al principio solo estaba usted.

-Estuve sola un año entrenando, hasta que se sumaron las demás: Natacha Estrada, Nela Souto, Estrellita Salvadores, María José Álvarez, Carmen Lista, Finita Calviño... Alguna de ellas estaba practicando otros deportes.

-Se metieron en atletismo y se convirtieron en las auténticas pioneras de este deporte.

-Sí, es que estaban todas las marcas por estrenar. Un día, una de nosotras hacía una marca y, al siguiente, otra se la quitaba. Todas éramos campeonas de todo. Yo tenía los récords de salto de altura, jabalina y disco. Cada una tenía su especialidad.

-Salían todos los fines de semana en el periódico. ¿Eran famosas?

-Sí, yo salía por la calle y todo el mundo me conocía. Si entraba en un banco, enseguida se ponían de pie y venían a felicitarme: «Hola Margarita, ya nos enteramos, ¡así que nuevo récord!».

-¿Contó con el apoyo paterno?

-En mi caso, sí. A alguna no la dejaban sus padres, pero los míos sí; estaban muy orgullosos y sorprendidos, porque nunca pensaron que me acabaría dedicando a esto. Pero yo estuve poco tiempo, eh, solo unos tres años.

-¿Hace deporte en la actualidad?

-Sigo haciendo ejercicio. Voy al gimnasio tres días a la semana, juego al hockey, al bádminton...

-¿Sigue destacando? Dicen que el que tuvo retuvo.

-Tengo las facultades muy mermadas ya, pero, cuando voy al médico, todos los especialistas me dicen lo mismo: «Usted tiene piernas de deportista». Entonces les cuento la historia y ya les encaja.

-¿Trabajó?

-No. Solo durante una época trabajé de modelo para una casa de modas que estaba cerca de mi casa. Tenía 18 años, medía 1,72 y pesaba 56 kilos. Me vieron por la calle y me preguntaron si no me importaría trabajar con ellos, porque yo era una talla 44, que no son las 44 que hay ahora.

-Y estaba usted estupenda.

-De hacer jabalina y disco tenía los hombros anchos. Yo era una «44 de espalda ancha». Había una compañera que era una «44 de espalda estrecha» y hacían la ropa toda por nosotras.

-¿Qué piensa cuando ve a tanta gente como hay ahora corriendo a diario por el paseo marítimo?

-Eso me hace muy feliz. Si pudiera, me uniría a todos ellos y me pondría a correr yo también.

«Después de entrenar cada tarde, íbamos a la lechería. Ese era nuestro botellón»

Coruñesa de la Galera, Margarita Dans tiene, además de otros reconocimientos, la medalla al mérito deportivo de la Federación de Atletismo por ostentar el récord provincial de lanzamiento de disco en diciembre de 1964.

-Tuvo usted cuatro hijos. ¿Sus siete nietos conocen la historia?

-Sí, sí, sí. Tengo una nieta que hace gimnasia y otro, fútbol.

-Usted también sacó la vena artística de su padre y su abuelo.

-Yo como mi familia, me preparé también para ello, hice mi carrera de piano, solfeo... Estoy en la coral de Atocha y canto de solista. Con el teatro empecé hace unos seis o siete años, para favorecer la memoria.

-Pero siempre le gustó actuar.

-Sí. Hacíamos pequeñas representaciones en los portales. Íbamos a La Poesía, en San Andrés, y comprábamos allí el papel de colorines para el vestuario.

-¿Se lo pasaba tan bien en los entrenamientos de atletismo?

-Sí. Íbamos a entrenar todos los días por la tarde. A la salida había una lechería y ese era nuestro botellón. Le hacíamos un agujero a la botella y chupábamos todas de ella [Risas]. De bailes nada, no podíamos trasnochar. Vida más sana imposible. Cuando no había prueba, íbamos al monte de San Pedro y nos salían las paisanas del monte a decirnos: «¡Se forades a lavar!».

-O sea, las veían entrenar por allí y les decían eso.

-Sí. Venían a decir que, como mujeres que éramos, tendríamos que estar haciendo las cosas de casa. No les hicimos caso.