Miles de familias coruñesas atesoran en sus viejos álbumes una instantánea original de Toñito Barreiros, artesano de la fotografía que durante décadas estuvo instalado con su caballo de cartón, Lindo, su gorro mexicano y sus pistolas de juguete, en los jardines de Méndez Núñez, a la sombra de la estatua erigida por el Círculo de Artesanos a Daniel Carballo, el político y periodista liberal. Mi madre conserva tres de los retratos que Toñito nos hizo a mi hermana y a mí a finales de los sesenta: revisarlas nos devuelve a la feliz inocencia de aquellos años.
Antonio fue el último fotógrafo «minutero» coruñés, oficio que había aprendido de su padre y que debe su nombre al tiempo que había que esperar para recibir la fotografía según una tecnología que no había cambiado desde el siglo XIX: el fotógrafo revelaba in situ un negativo al que sacaba otra foto, que fijaba como positivo. Por ello, los trabajos de Toñito Barreiros, además de hacer perdurar la felicidad, son artesanales obras únicas. Toñito se inició en el oficio de la mano de su padre, a los 14 años.
Fotografió, de adolescente, al rey de Jordania, Abdullah I, cuando en verano de 1949 atracó en su barco en el puerto coruñés para visitar al general Franco, así como al capitán general Mohammed Ben Mizzian, bajo cuyas órdenes sirvió en el norte de África.
Con el tiempo, simultaneó su clásica fotografía «de vaqueros» para los niños, con otras para carnés, bodas y otros eventos. Actualmente, su hija Loly y su nieto Germán llevan las riendas de un negocio que se trasladó, como el de su competidor Foto Paco, a enfrente de la Comisaría de Policía.
Barreiros falleció el pasado domingo en Mallorca, donde se encontraba disfrutando de un viaje del Imserso hasta que un malestar repentino obligó a su internamiento durante una semana, con fatal desenlace.
Como no podía ser de otra manera, su fiel cámara de carrete le acompañó hasta el final. Su cuerpo llega hoy y será velado por la tarde, en el tanatorio San Javier de Almeiras.