«Me emociono cuando veo a alguien con unos pendientes nuestros»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

BERGONDO

Luis González en el taller de Ardentia, situado en Bergondo.
Luis González en el taller de Ardentia, situado en Bergondo. césar delgado< / span>

La firma de Bergondo es finalista de los Premios de Artesanía de Galicia

19 oct 2015 . Actualizado a las 17:17 h.

En los casi 28 años de historia que tiene Ardentia a sus espaldas, ha conseguido convertirse en un referente de la joyería y la artesanía gallega, con presencia internacional. Méritos no le faltan y a los reconocimientos recibidos se le suma el que una colección suya, llamada Origami, forme parte de los tres finalistas de los Premios de Artesanía de Galicia. El secreto está en el equilibrio entre esos dos conceptos: joyería y artesanía. Algo no del todo fácil de lograr, según cuenta Luis González, al que le cuesta definir su posición en la empresa: «Es que algunos términos me parecen muy pomposos, y aquí nos dedicamos a trabajar todos juntos», asegura. Lo que sí que está claro es que él fue quien fundó la firma cuando a penas contaba con la mayoría de edad. Así que llamémosle fundador.

-La colección seleccionada, ¿fue hecha a propósito para ganar el premio?

-No, siempre hacemos cosas para ser usadas. Cuando alguien se pone una pieza nuestra es cuando está realmente terminada. De hecho, todavía me emociono cuando veo a alguien con unos pendientes nuestros, es lo que da sentido a nuestro trabajo. Y la nominación es un aliciente, porque el premio pretende dignificar el trabajo del sector artesanal, ubicarlo dentro del mundo de la cultura.

-Habla en plural. No estamos ante un artesano al uso, sino ante un empresa que ha crecido con el tiempo.

-Durante muchos años primó el concepto de taller, pero nos vimos obligados a transformarnos en una empresa, si no, te ves abocado a la marginalidad. La parte empresarial siempre estuvo presente, pero desde un punto de vista intuitivo, pero ahora hemos buscado el equilibrio. Seguimos siendo un taller artesanal, pero bien gestionado, dentro de nuestras posibilidades. La palabra que mejor sigue definiéndonos, de todos modos, es creatividad. Todo está orientado a la creación, y apoyado en un oficio.

-¿Cómo se metió en esto? 

-Yo tenía 19 años, estaba estudiando y los domingos me acercaba al rastro a vender mis viejos discos y allí compartía espacio con algunos artesanos. Me picó la curiosidad, empecé a hacer algunas cosas y en menos de un año ya estaba viviendo de esto. El dinero que iba ganando lo invertía en herramientas y formación. Y al poco tiempo ya estaba en un mercadillo y entré en la Asociación Galega de Artesáns, que se estaba formando en esos años, cosa que me permitió ver que me faltaba mucho por aprender. Y así, cuando me di cuenta, ya llevaba 25 años trabajando.

-Cuesta creer que saliese del rastro una empresa con presencia internacional.

-Yo me he recorrido España con un Panda, de feria en feria. Pero sí que es cierto que desde el principio siempre me orienté de un modo distinto a la mayoría. Mientras todos andaban en ferias yo me dirigí a las tiendas, que por aquel entonces no aceptaban mucho producto artesanal. Además, me fui muy pronto a exponer a Madrid, en el Ifema, de modo profesional. Ahora todo esto puede verse con cierta normalidad, pero en aquel momento no era lo habitual en la artesanía. Siempre vi en la artesanía algo que me permitía hacer algo creativo, pero que también fuese algo que me permitiese vivir bien, como cualquier otro oficio.

-¿En cuantos países está presentes?

-No tenemos una distribución como Estrella Galicia, pero tenemos clientes en unos 20 países. Eso ayudó mucho en estos años que aquí han sido un poco duros.

«No podemos obligar a un oficio a ser un museo etnográfico viviente»

Luis González se muestra preocupado por el futuro del sector de la artesanía, en el que siempre se ha involucrado mucho, y apuesta por la modernización, motivo por el que hace tiempo que organiza talleres formativos.

-¿Cómo surgió la iniciativa?

-Vimos que hacía falta que el sector se formara, sobre todo en nuevas tecnologías, y se lo trasladamos a las instituciones. Así que empezamos a promover e incluso impartir esos cursos, llamando a especialistas en la materia. Eso además fomenta la colaboración entre artesanos, que es donde está el futuro.

-¿Cómo ve ese futuro?

-Uno de los problemas que tiene la artesanía es el propio término. Durante años ha tenido unas connotaciones no del todo buenas. Pero claro, es que la artesanía engloba desde un chorizo al vino hasta una pieza de joyería. Abarca demasiado. El reto, para mí y para todo el sector, es encontrar la manera de revalorizar el término y hacer una labor didáctica de cara al consumidor. En ese sentido me preocupa más el qué que el cómo.

-¿A qué se refiere?

-Pues que lo importante es la labor creativa y el resultado final, no los métodos utilizados. Nosotros usamos programas informáticos e impresoras 3D, pero eso no quita que siga siendo un trabajo artesanal. No podemos condenar a un oficio a ser un museo histórico etnográfico viviente. Eso es una opción personal, que admiro y me gusta, pero no una obligación. Yo creo que no debemos olvidarnos de la tradición, pero tampoco anclarnos. Las nuevas tecnologías nos han abierto posibilidades creativas.