Pixar no hace soñar en «Inside Out»

José Luis Losa CANNES / E. LA VOZ

CULTURA

A pesar de la gran ovación recibida en Cannes, a la última animación de la compañía de Disney le sobra agitación y velocidad y le falta guion

19 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Una de las esperadas como proyecciones más festivas de este Cannes, la del nuevo producto de la prodigiosa factoría de talento que es Pixar, Inside Out, me deja una sensación de satisfacción incompleta. Es insólito que esto suceda. Para este cronista, tristemente insensible a los encantos del cine de animación, Pixar ha sido un lazarillo que me ha animado a pensar que no todo estaba perdido en mi caso y que mis retinas impotentes podían obtener algo de placer de la animación. Y así ha sido, y en grado de éxtasis con la trilogía de Toy Story o con la también formidable Up, en donde vi resucitar a Spencer Tracy para incorporarse a una aventura digna de un cruce de Indiana Jones y Lewis Carroll. Siento en mucha menor medida ese aleteo en Inside Out, cuyos personajes son los tripulantes del Cuartel General cerebral de una niña de once años: seres que encarnan la alegría, la tristeza, la furia, y que son como una humanización tierna de esa sala de máquinas que en la vida real es territorio de las farmacéuticas, las benzodiacepinas y por ahí.

A Inside Out le sobra agitación, velocidad, ritmo precipitado y se le echa en falta trabajo de guion, algo para lo que es un superdotado el director del filme, Pete Docter, creador nada menos que de Buzz y Woody, o del viejo y el niño de Up. El pulso vertiginoso de este viaje por el cerebro no especialmente alucinante es un non-stop que me recuerda en cierta forma, en su ausencia de historia, al Mad Max sin treguas visto el pasado jueves. No pierdo por ello mi esperanza en que ese estimulante de la animación que es Pixar me vuelva a funcionar en el futuro como vigorizador de mi ceguera para este placer.

La actriz francesa Isabelle Huppert
La actriz francesa Isabelle Huppert FRANCK ROBICHON | EFE

Tras una cúspide como la cinta Carol, que sigue en las mentes de todos, era inevitable que la sección oficial cayese en cierto desmayo. El danés Joachim Trier, autor de propuestas tan inteligentes como Reprise, no deja de apostar por los desafíos en la irregular pero estimable Louder than Bombs. La figura de una madre y esposa, Isabelle Huppert, reportera gráfica en zonas de alto riesgo preside desde las sombras, tras su muerte en un traumático accidente, las vidas de su marido e hijos, Gabriel Byrne, Jesse Eisenberg y el nuevo y notable Devin Druid. Los secretos, las zonas de oscuridad que ha dejado la mujer tras de sí, persiguen a sus seres queridos. La infidelidad, las fantasías sexuales, un cierto abandono familiar, van desbrozando las capas de un drama complejo, quizás en exceso enrevesado, hasta el punto de que lo que Joachim Trier expone termina por no caber en una película y desfallece por exceso de ambición.

La segunda película francesa a concurso, La ley del mercado, de Stephane Brizé, adolece justo de lo contrario. El alegato social que protagoniza un gran Vincent Lindon, como parado que se recicla como vigilante que gestiona el trato con las personas que, también víctimas de la crisis, cometen robos en unos grandes almacenes. Es cine previsible, de fórmula herrumbrosa. Cuando solo ha transcurrido una hora, miramos el reloj y no damos crédito a que todavía reste casi otro tanto de tiempo perdido.