Chesterton, entre la provocación, el humor y la paradoja

H. J. PORTO REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

«Alarmas y digresiones», una reunión de artículos del autor inglés de entre 1908 y 1910, llega hoy a las librerías

09 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Con una producción de alrededor de 4.000 ensayos y artículos, Gilbert Keith Chesterton (Londres, 1874-Beaconsfield, Buckinghamshire, 1936), el genio de la paradoja, es un autor casi inabordable en su totalidad. En España ha triunfado tradicionalmente por los cuentos del padre Brown, pero, desde que el sello barcelonés Acantilado -ayudado por Pre-Textos y Renacimiento; las leyes de propiedad intelectual descolgaron a Valdemar de esta empresa- ha retomado de forma sistemática la publicación de su obra, sus libros memorialísticos, autobiográficos y sus ensayos son cada vez más apreciados. Chesterton es hoy perfectamente valorado en la esencia más auténtica de su brillantez e inteligencia: por la seriedad con que se toma el humor y por cómo observa la vida con el relativismo que confiere la sospecha de que todo podría ser una broma. Ambos preceptos lo han animado además a enfrascarse retador en polémicas y provocaciones, lo que hace que sus exposiciones sean muy vivas. No era hombre propenso a comulgar con ruedas de molino.

Con esta óptica afinada, que hace tan atractiva su reflexión, lo encontrará el lector en Alarmas y digresiones, un delicioso volumen que reúne cerca de 40 piezas periodísticas (procedentes del Daily News, 1908-1910), edita Acantilado y llega hoy a las librerías -el título se hallaba prácticamente perdido en el catálogo de Plaza y Janés, que lo publicó en Buenos Aires en los años 40 del pasado siglo-. Entre estos textos se hallará una crítica pionera al turismo de masas, una defensa del talante popular de Dickens (contra el orgullo espiritual de las élites y el esnobismo), un hermoso elogio de la belleza del huerto frente al jardín, una refutación del imperialismo (por la vía del sentimentalismo) o un cuestionamiento de la dudosa naturaleza del lujo. Todo desde una posición humorística y de absoluta libertad creativa que parece restarle importancia a los argumentos y digresiones de Chesterton. Pero no, ni siquiera resulta frugal cuando habla de automóviles.