
Las productoras llegan a gastarse entre tres y diez millones de dólares por película para que sus nominados estén en todas partes a todas horas. Esta es la otra carrera hacia la estatuilla
24 feb 2016 . Actualizado a las 17:54 h.La contienda por los Oscars no solo se libra en la gran pantalla. Fiestas, almuerzos y proyecciones privadas. Encuentros con los protagonistas y viajes. Durante meses, los nominados deben desplegar todo su carisma para alacanzar un objetivo común: conquistar a los miembros de la Academia.
La campaña por los galardones más prestigiosos del cine estadounidense es casi tan feroz como una campaña electoral. Hay que sonreír, ser simpático, hacerse selfies, responder a preguntas y esquivar, a toda costa, cualquier tipo de polémica. «No puedes sentarte y esperar a que la película haga el trabajo por ti», cuenta Tom Nunan, productor ejecutivo de Crash, la ganadora en el 2006 de la estatuilla dorada a Mejor película. Hay que pasar a la acción. Los votos hay que ganárselos.
Así lo están haciendo Leonardo DiCaprio, decidido a alzarse con el primer Oscar de su carrera; Brie Larson, la nueva promesa de Hollywood; o los equipos de La gran apuesta, El renacido y Spotlight. Para ello, los estudios han puesto en marcha su maquinaria infernal, un ejército de publicistas y expertos en marketing encargados de diseñar la estrategia más exhaustiva e impactante.
Las productoras llegan a gastarse entre tres y diez millones de dólares por película para que sus nominados estén en todas partes a todas horas, según datos publicados recientemente por la revista especializada Variety. Las más pequeñas deben contentarse con dar la lata con un presupuesto más modesto, expertas en echar mano de las redes sociales para promocionar a sus candidatos. «Sin lugar a dudas, ayudan para darlos a conocer. Son una herramienta esencial en las campañas de hoy en día», explica un publicista que prefiere mantenerse en el anonimato ahora que la carrera llega a su fin.
El objetivo previo a los Oscars es claro: encandilar a los 6.261 miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas estadounidense con derecho a voto. La forma más popular y fácil de conectar con ellos es mandarles la película a casa. «El deuvedé fue un punto de inflexión» para cortejarlos, recuerda Nunan. «Fuimos los primeros en enviarlo y eso marcó la diferencia» en la campaña de Crash, que terminó arrebatándole el Oscar a Brokeback Mountain.
Pero lo que más triunfa son las proyecciones privadas que incluyen turno de preguntas y respuestas para que los académicos conozcan personalmente a los protagonistas. «Parece una tontería, pero si has ido a ver Birdman y te ha gustado, y luego conoces a Michael Keaton y te cae bien, a la hora de votar le das tu apoyo», subraya Alvar Carretero de la Fuente, de la agencia de relaciones públicas JJPR, usando como ejemplo a la gran ganadora de la pasada edición. Entre las campañas que su empresa coordina este año destacan la de Marte y Brooklyn, candidatas a llevarse el premio más importante. Hace unos días, organizó un almuerzo en un lujoso hotel de Los Ángeles para que unos 200 académicos conversaran con Matt Damon, nominado por su papel protagonista en la odisea espacial.
Los nominados a los Oscars suelen implicarse al máximo en la búsqueda de votos, aunque los estudios se cubren las espaldas pactando su participación. Hay también algunos, como Daniel Day-Lewis, que no hacen casi nada y ganan de todas formas. El actor lleva ya tres Oscars con Mi pie izquierdo (1990), Pozos de ambición (2008) y Lincoln (2013).
«En el fondo, todas las cosas que se hacen en campaña no garantizan que vayas a ganar, pero te colocan en una mejor posición y ayudan a que corra la voz» entre los votantes, asegura otra publicista que prefiere no dar su nombre. Los protagonistas de los Oscars 2016 están totalmente comprometidos para poder ser los grandes triunfadores de la gala del domingo 28 de febrero en el teatro Dolby de Hollywood. Eddie Redmayne, Bryan Cranston, Cate Blanchett y Rooney Mara se esfuerzan en su campaña, pero hay dos grandes estrellas que los eclipsan: Leonardo DiCaprio y Larson. Lady Gaga, nominada a Mejor canción por The Hunting Ground, también está dando el callo. No es una coincidencia que interpretara el himno estadounidense en el Super Bowl y que protagonizara el homenaje a David Bowie en los Grammy: fueron actos de campaña.
En cualquier caso, estos Oscars no ha habido controversias como sí las hubo en los de 1999, cuando Shakespeare in Love ganó a Salvar al soldado Ryan. La prensa especializada atribuyó la victoria a la brutal campaña del productor Harvey Weinstein, el mejor estratega de la industria, que saturó los medios con anuncios y agasajó con demasiado esmero a los votantes. A Steven Spielberg se le congeló la sonrisa. Fue un momento de película.