La Biblioteca Nacional de España recuerda al escritor, denostado por la generación del 98, y que fue un brillante matemático y también ministro de Hacienda y Fomento
23 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.¿Quién fue el primer nobel español? Pocos escolares señalarían a José Echegaray y Eizaguirre (1832-1916) científico, político, dramaturgo y nobel de literatura en 1904. En el centenario de su muerte, la Biblioteca Nacional de España le dedica una exposición que reúne algunas de las obras más importantes del destacado y versátil intelectual, figura del teatro popular, que fue además un matemático de altura y jugó un notable papel político en la Restauración. «Aquí yace el siglo XIX», rezaba el elogioso y significativo epitafio que Mariano de Cavia escribió a la muerte del hoy olvidado Echegaray, cuatro veces ministro, nobel por su exitosísimo teatro, el mejor matemático de la España decimonónica y odiado sin cuento y denostado por la generación del 98.
Concebida como homenaje, la muestra quiere difundir y reivindicar su obra en sus tres facetas, alguna desconocida para el gran público. Exhibe así originales de su obra dramática y científica, discursos políticos y los estudios más importantes sobre su legado. Polifacético talento, como científico fue Echegaray un gran divulgador y un efectivo enlace con la comunidad matemática internacional. Un papel crucial, dado el aislamiento que vivían entonces las ciencias en España.
De gran presencia en la vida teatral del último tercio del XIX, pese a contar siempre con el favor del público, su figura fue denostada entrado el siglo XX por autores coetáneos como Azorín y Valle-Inclán, quien lo llamó «el viejo idiota». El 98 no ocultaría su inquina hacia él. Para Baroja, Unamuno, los Machado, Rubén Darío, Maeztu, encarnaba una España «corroída por los prejuicios y la superchería», según afirmaron en un manifiesto suscrito por todos.
Trabajador indesmayable hasta el final, su actividad era variopinta. Fue catedrático de cálculo y de física matemática en la Universidad Central, ministro de Fomento y de Hacienda, fundador del Banco de España y miembro de la RAE. Acendrado liberal, eficaz gestor y político entre 1868 y 1874, se caracterizó por su defensa de las libertades individuales y religiosa en el Parlamento y por la calidad científica de sus trabajos de investigación matemática y física.
El teatro de Echegaray nació con voluntad de entretenimiento en una época marcada por innumerables cambios políticos. Sus 67 piezas, 34 de ellas en verso, se representaron en los escenarios madrileños durante el período de la Restauración (1875-1917), aunque en su larga etapa como dramaturgo él no ejerció cargo político alguno. Entre sus primeros títulos están La esposa del vengador (1874) y En el seno de la muerte (1879). Pero no cesó de estrenar durante más de treinta años, con predominio de la prosa y una temática muy variada. A El gran Galeoto (1881), quizá su obra más conocida y en la que expone sus ideas acerca del teatro, seguirían Dos fanatismos (1887), De mala raza (1892), Mariana (1892) o Malas herencias (1912). En estos años conocerá a la legendaria actriz María Guerrero, con quien mantendrá una prolífica correspondencia, lo que favorecería el protagonismo de los personajes femeninos.
Manuales científicos
Su prestigio popular chocaba con la crítica, que cuestionaba la calidad de unos dramas que él consideraba divertimentos y que le dieron un desahogo económico impensable con sus investigaciones científicas. Como matemático alumbró manuales y estudios como Introducción a la geometría superior (1867) o Teoría matemática de la luz (1871).
De padre aragonés y madre navarra, Echegaray nació en Madrid en 1832. Educado en Murcia, allí se apasionó por las matemáticas. Con 14 años preparaba en Madrid su ingreso en la Escuela de Caminos, y con 20 era ingeniero. Precoz lector de Goethe, Homero y Balzac, alternó a los literatos con científicos como Gauss, Legendre y Lagrange. Con 32 años ingresó en la Real Academia de Ciencias Exactas, con un discurso que levantó ampollas entre sus colegas: Historia de las matemáticas puras en nuestra España, que traza un negro panorama denunciando las clamorosas carencias de la matemática y la ciencia.
En 1904 la Academia Sueca repartió su galardón literario entre Frédéric Mistral, un poeta provenzal, y el polígrafo español, a quien entonces nadie tenía por un dramaturgo excepcional y cuyas obras destrozaron Clarín o Emilia Pardo Bazán en feroces ataques críticos. A buen seguro que resultó decisivo el estreno de una versión sueca del dramón O locura o santidad en abril de 1895 en Estocolmo. También que Echegaray fuera entonces el único español relevante el la comunidad científica internacional. Entonces el Nobel estaba lejos de su arrollador prestigio actual.