La Bienal de Venecia muestra cómo se reinventa la arquitectura tras la crisis

Javier Armesto Andrés
javier armesto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El gallego Carlos Quintáns e Iñaqui Carnicero, comisarios del pabellón de España

24 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Venecia, una ciudad que se hunde irremediablemente en la laguna sobre la que fue construida y cuya retícula urbana se ve anegada no solo por el acqua alta, sino por una marea humana de turistas que la invade cada día, es el marco perfecto para debatir sobre el futuro de la arquitectura. El próximo jueves se inaugura la Bienal -la apertura al público será el sábado-, que este año tiene como comisario al chileno Alejandro Aravena, último premio Pritzker, cuyo objetivo es mostrar una arquitectura combativa que logra resolver los desafíos a los que se enfrenta el mundo actual.

Conceptos como reasignación, adaptabilidad y reapropiación forman parte de los proyectos que se mostrarán en el pabellón español, seleccionados por los arquitectos Carlos Quintáns e Iñaqui Carnicero. Son un total de 67 propuestas y siete series fotográficas que presentan respuestas a la problemática surgida en España después de la crisis posterior al bum inmobiliario.

La exposición se titula Unfinished (Sin terminar) y la idea es «ser conscientes de que tras el período de bonanza y la crisis toca una etapa de reflexión y esperanza», explica Quintáns (Senande-Muxía, 1962). «Tenemos mecanismos suficientes para resolver los problemas, siempre han existido esos mecanismos pero estaban tapados por el star system», añade.

Entre los proyectos que se verán en el pabellón hay varios gallegos, como el Museo de las Peregrinaciones, en Santiago, de Manuel Gallego; o el mirador de Pedra da Rá, en Ribeira, de Carlos Seoane, cuya ejecución supuso el derribo de un símbolo del feísmo -una escalera y plataforma construidas en los años 80 alrededor de este monumento natural-. La piscina de Maceda, de Trespes Arquitectos (Alberte Pérez, Carlos Mosquera y Enrique Iglesias); una vivienda en Tebra (Tomiño, Pontevedra), de Guadalupe Piñera y Jesús Irisarri, y la remodelación del puerto de Malpica, de Juan Creus y Covadonga Carrasco, son otros trabajos hechos en Galicia. También hay que citar la nueva sede de la DO Ribera del Duero, en Roa (Burgos), del estudio del italiano Fabrizio Barozzi y el compostelano Alberto Veiga.

Todos ellos representan «una arquitectura que no era visible porque solo se valoraba la imagen, y queremos que lo sean y lo están siendo. La arquitectura no es únicamente forma», explica Quintáns. El comisario gallego plantea también un cambio de mentalidad: «Estamos en Europa, no necesitamos construir miles de metros cuadrados, lo que tenemos que hacer es arreglar lo que ya tenemos». Existe todo un patrimonio construido que se puede aprovechar y adaptar a las necesidades actuales, y pone como ejemplo la catedral de Santiago, a la que en su día se añadió una fachada barroca a la iglesia románica. «La arquitectura hace falta vivirla y llenarla de uso», resume.

En la profesión muchos consideran que la crisis ha supuesto una oportunidad para hacer las cosas de otra manera. Carlos Quintáns cree que no se ha aprovechado tanto como se esperaba, pero en cualquier caso delega esa responsabilidad en la clase política y en la sociedad civil. «Nosotros somos mecanismos, herramientas, si yo no hago un proyecto lo hará otro -señala-. Hay que involucrar a mucha gente». Pero quiere transmitir un mensaje optimista: «Hay de sobra soluciones a los problemas que hemos heredado, tenemos que coger impulso y quedarnos con lo necesario, los que no son necesarios son los frívolos».

Hasta el 27 de noviembre los arquitectos estudiarán en la Bienal estrategias para avanzar en esa idea, ciudades para vivir, no rendidas al negocio turístico y donde sea posible caminar sin tropezar con palos de selfie. O sea, lo contrario de Venecia.