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Rumbo hacia ninguna parte

Xosé Ramón Castro
x. r. castro REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

El atletismo español, con cuatro finalistas, firma el peor resultado en dos décadas

13 ago 2012 . Actualizado a las 11:33 h.

Desde que el marchador Jordi Llopart se colgase la primera medalla para el atletismo español en Moscú en 1980 jamás se habían encadenado dos ciclos olímpicos sin podio alguno. El atletismo español ha retrocedido a los mismos niveles de Seúl 88, clavando el mismo resultado de cero medallas y cuatro finalistas, y parece caminar con paso firme hacia la nada sin que se anuncie un cambio de timón que permita evitar el desastre.

Para Londres las expectativas de medallas eran casi nulas, aunque Ruth Beitia estuvo a punto de dar la sorpresa. La moda ahora en el seno federativo son cuantificar las puestos de finalistas (los ocho primeros de cara prueba), pero ahí ya ha llegado otro sonoro fracaso. Tan solo cuatro (Beitia cuarta en altura, López quinto en marcha, Casañas séptimo en disco y Beatriz Pascual octava en marcha), los mismos que 22 años atrás en la cita coreana cuando la totalidad del deporte español era un páramo. Entonces, además, con once participantes menos.

La gran diferencia es que el atletismo no ha sabido rentabilizar ni el momento colectivo ni su buena ola que comenzó en Barcelona y se mantuvo hasta Atenas, coincidiendo además con el cénit de la mejor generación de la disciplina en España.

Pekín, cuatro años atrás fue un aviso. Nadie subió al podio, pero todo se maquilló con los once finalistas alcanzados (la mejor de la historia), pero en este ciclo olímpico no hubo rectificación. Al contrario, se primó de nuevo la cantidad frente la calidad, y mientras federaciones como el taekuondo suman tres medallas con tres participantes, la mayoría de los 46 atletas seleccionados no alcanzaron el corte de semifinales.

El 1.500 masculino es el más claro ejemplo de este desastre, incapaz de acceder a la segunda ronda después de tener presencia en las finales durante dos décadas consecutivas. Ilustrativo también que García Bragado, en sus sextos Juegos y con 42 años, siga siendo el mejor exponente de lo que fue una gran escuela de marcha. Un drama.