Un triunfo final se saborea mejor si el mundial ha sido especialmente luchado. Jorge Lorenzo no ha bajado la guardia pese a la ausencia de victorias en las últimas carreras. Porque no las ha necesitado. Porque fraguó su segundo título de MotoGP mucho antes.
La primera clave es que ha preparado esta temporada a conciencia. Ha trabajado aspectos donde tenía problemas otros años, especialmente las salidas y las primeras vueltas. Coincidirán conmigo en que este año lo ha bordado, lo ha mejorado al cien por cien. De hecho, en las últimas carreras ha sido el más rápido en llegar a la primera curva del circuito.
El nivel mental ha vuelto a ser otro de los pilares de su éxito. No recuerdo ningún error de bulto en toda la temporada. Su caída en Assen fue responsabilidad de Bautista, y no ha entrado en batallas infructuosas. Ha arriesgado en unas carreras, pero en otras se ha conformado con la segunda posición. Creo que es impresionante acumular solo primeros y segundos puestos (seis y diez respectivamente). Diferente ha sido la trayectoria de Dani Pedrosa. Su final ha sido excelente, pero empezó al temporada muy mal, con caídas en las que él era el único culpable. Como ejemplo, la última en Phillip Island.
Lorenzo y Dani han dado un salto cualitativo en carreras con lluvia. Es una pena que Stoner diga adiós a las motos porque creo que estamos ante la mejor generación en esta disciplina. Nadie les hace sombra, ni siquiera Valentino. Por los números que están haciendo y por su forma de pilotar. En este resumen de la temporada de Lorenzo me gustaría recordar el Gran Premio de Catar. Allí ocurrió algo increíble. Tanto Jorge como Dani giraron con una altísima regularidad y solo había cuatro décimas de diferencia entre su vuelta más rápida y la más lenta. Simplemente brutal. Así se explica que Lorenzo tenga más de cincuenta poles, más de cuarenta triunfos y apenas 18 vueltas rápidas. La regularidad es uno de los baremos importantes para evaluar a un piloto.