El canadiense sufrió los efectos de los más de 42 grados sobre las pistas de Melbourne
14 ene 2014 . Actualizado a las 18:40 h.Frank Dancevic se apoyó sobre la baranda y durante algo más de medio minutos todo desapareció: su rival, el público, la pista 6 y ese día de tenis infernal que amenazó con derretir a jugadores y espectadores en el Abierto de Australia. Pero cuando el canadiense despertó de ese breve desvanecimiento, la ola de calor seguía ahí. Y empeoraría hasta los 42,2 grados marcados a las 17:45, un momento en el que había 17 partidos en pleno desarrollo y que dio pie a visiones más que extrañas.
«Vi a Snoopy. Comencé a alucinar un poco en el primer set. Pensé: 'Esto es raro'», admitió el canadiense tras caer 7-6 (14-12), 6-3 y 6-4 ante el francés Benoit Paire. «Pero continué jugando, no es nada importante ver eso. Luego, en la mitad del segundo set, ya no podía mantener el equilibrio, me dejé caer sobre la baranda junto a la cancha. Cuando desperté había mucha gente a mi alrededor, un par de médicos».
Dancevic fue muy crítico con la decisión del torneo de jugar con normalidad. «Es realmente peligroso y no creo que sea correcto enviar a la gente a jugar. Pero es así, hasta que alguien muera en la cancha. El sol te calienta el cuerpo, te quema el cerebro».
Rafael Nadal, número uno del mundo, necesitó sólo un set para derrotar por 6-4 y abandono -no por razones de calor- al australiano Bernard Tomic pero también crítico la decisión del torneo de no parar el juego. «En estas condiciones, jugar partidos al mejor de cinco sets me parece un poco excesivo, peligroso para la salud».
«Había que buscar la forma de sobrevivir», sintetizó el argentino Juan Martín del Potro, que sufrió claramente en el 6-7 (1-7), 6-3, 6-4 y 6-4 sobre el estadounidense Rhyne Williams. Durante el partido de Del Potro la temperatura marcó el máximo del día, esos 42,2 grados que bien podrían ser superados en las próximas 72 horas, ya que la ola de calor se extenderá hasta el viernes.
El que están sufriendo los tenistas es un calor seco, típico del verano en el sur de Australia, una masa caliente que llega a la costa desde el Outback, el enorme desierto en el corazón del país. Uno de los más afectados por las altas temperaturas fue el estadounidense John Isner, décimo tercer favorito, que abandonó cuando perdía 6-2 y 7-6 (8-6).
Nada que llegara por sorpresa en una jornada en la que se jugaron 64 partidos. «Será uno de los inicios más calurosos en la historia del Abierto», había destacado ya el domingo el diario The Sydney Morning Herald, aunque Richard Carlyon, veterano meteorólogo australiano, aseguró que no se quebrará el récord de 1908, con cinco días consecutivos a más de 40 grados, ni tampoco se alcanzarán los 45,8 de 1939.
Roger Federer, que superó el debut con un 6-4, 6-4 y 6-2 sobre el australiano James Duckworth, jugó a pleno sol en la central, pero manejó todo con serenidad suiza. «Es un tema que al final se puede convertir en algo muy mental: aceptar que hace calor, y que el calor es para los dos», dijo el jugador de 32 años. Del Potro coincidió: «Exacto. Yo sufría el calor, pero también miraba del otro lado de la red a mi rival que sufría lo mismo. Trataba de pensar en muchas cosas que me ayudaran».
La organización del Abierto de Australia admitió que las temperaturas tuvieron incidencia en el juego, pero destacó que no fue necesario poner en marcha la política de «calor extremo». «Las condiciones fueron calurosas e incómodas, el relativamente bajo nivel de humedad aseguró que las condiciones nunca se deterioraran hasta el punto de ser necesario recurrir a la política de calor extremo», dijo Wayne McKewen, árbitro general del torneo.
«Hubo, por supuesto, algunos jugadores con problemas y complicaciones relacionadas con el calor, pero ninguno requirió una intervención seria de los médicos tras el final del partido», destacó Tim Wood, jefe médico del certamen. El torneo tiene contemplado aplicar el reglamento de «calor extremo» si fuera necesario. Esas reglas resuelven que, una vez en situación extrema, ningún partido se inicie en las canchas exteriores. Sólo las dos principales cuentan con techo corredizo y aire acondicionado.
Los partidos ya iniciados deberán completar el set que se esté disputando. Una vez llegados a ese punto, los encuentros serán suspendidos.
En los dos estadios principales, si un partido comenzó a disputarse al aire libre, el choque continuará en esas condiciones hasta que finalice el set en disputa. Una vez finalizado ese set, el árbitro decidirá si se cierra al techo.
Federer dijo preferir que el techo no se cierre nunca, por más calor que haga. «Hoy manejé bien el calor, que tampoco fue una locura», argumentó el número seis del mundo, claramente lejos de haber visto a Snoopy.