Una digna sucesora para la campeona que brilló en Sudáfrica

antón bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Después de un partido repleto de nervios, Alemania alcanzó un título merecido

14 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Dos estilos distintos, formas diferentes de entender el fútbol que derramaron una final vibrante, intensa, en la que se prodigaron más los fallos que las virtudes. Por eso, desembocó en el tiempo añadido, en la fase donde las disputas ya son una lotería. Quizás se esperaba más de Alemania, la heredera de la España que alumbró la historia en Sudáfrica. Pero jamás es sencillo ganar y el resultado hizo justicia.

Una marcha más

El toque sin velocidad

Alemania sabía lo que se iba a encontrar. Sabella lo ensayó en la semifinal frente a Holanda y todo hacía prever que lo repetiría ayer. Dos líneas de cuatro prácticamente pegadas y alineadas sobre el balcón del área propia. Apenas espacios para que el rival pueda edificar. Y en la recuperación, vértigo para armar la contra. Higuaín y Messi liberados para arrancar a fondo al mínimo descuido. Sin una baldosa donde generar peligro, la velocidad en el toque, la calidad para hacer circular la pelota se vuelve indispensable. Menear rápido el árbol para las frutas se desplomen maduras. Pero a Alemania, ya desde el primer compás, le faltó una marcha. Sus desplazamientos eran previsibles, lentos y sin confianza. Con el paso de los minutos, Argentina aflojó un pelo la presión y ni con ese suspiro los de Joachim Löw recobraron eficacia en el juego combinativo.

La ocasión de Higuaín

El sueño de Sabella

Los desenlaces de los partidos, en ocasiones, hacen olvidar algunos de los episodios que emergieron durante los comienzos. Pero, sin duda, la oportunidad que tuvo Higuaín para desequilibrar la final fue inmejorable, de una dimensión tan mayúscula como el error en su remate. Precipitado, atolondrado y empecinado en romper el balón, el atacante del Nápoles desperdició su momento para alcanzar la gloria. Era el sueño de su técnico, el de adelantarse en el marcador para pronunciar más si cabe el repliegue y matar a la contra.

Confianza

Demasiados errores

Pero si la de ayer fue una final sin brillo, sin fuste en el juego, se debió en gran parte a la falta de confianza que exhibió el combinado germano. Era la selección llamada a proponer, a mostrar si gusto por el fútbol de altos vuelos y, sin embargo, semejó cortocircuitada con las primeras aproximaciones de los sudamericanos, cuando les sobrevino el miedo a perder. Y así pintaron errores el encuentro más trascendente del planeta.