Los especialistas señalan que el esprint entre Gómez Noya y Alistair Brownlee en Yokohama solo se encuentra al alcance de dos deportistas con una descomunal capacidad de sufrimiento
21 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.«Si me preguntan a un kilómetro y medio, cuando íbamos al límite, si seríamos capaces de hacer algo así, les contestaría si están locos. Pero luego ves la llegada allí cerca y lo haces. Te transformas... es muy difícil de explicar». Mientras habla Javier Gómez Noya, a los seguidores del triatlón les viene inmediatamente a la cabeza una de esas imágenes que permanecerá durante mucho tiempo en su memoria, la de un esprint superlativo en Yokohama donde el ferrolano derrotó a Alistair Brownlee, el rival más fuerte con el que se ha enfrentado jamás, en el epílogo de la prueba. Fue un pulso extraordinario de 320 metros del que el propio protagonista y expertos en el deporte de las tres disciplinas detallan todas las claves de este acelerón, desgranan lo que condujo al ferrolano a su agónico triunfo.
El dolor
La acumulación de lactato. «Cuando aprietan al máximo, los músculos comienzan a consumir glucógeno de una forma desproporcionada», comenta el especialista en Medicina del Deporte Fernando Huelin, quien añade: «Entonces el organismo, para explicarlo de una forma sencilla, genera lactato, lo que produce un dolor intenso. El objetivo de esta señal es que el atleta desista en su esfuerzo y deje de consumir toda esa cantidad de glucógeno para que no agote el combustible natural de los músculos. Es en ese momento, cuando hay que tener una capacidad de sufrimiento privilegiada y guardar unas ganas de ganar fuera de lo común».
Los primeros 680 metros del último kilómetro, Alistair y Gómez Noya corrieron a unos 19 kilómetros por hora de media; los últimos 320 metros, justo desde una curva a izquierda en la que Alistair se lanza ya a tumba abierta, el ritmo subió a 23,9 kilómetros por hora de media. «Después de casi dos horas de esfuerzo, pasaron a 2.40 el kilómetro y es un cambio al que le doy mucho mérito», apunta Carlos David Prieto. «Porque se produjo en unas condiciones de humedad altas y eso hizo que muchos triatletas entrasen fundidos en la meta», incide el entrenador de Gómez Noya.
Confianza
Un metro marca la diferencia. «Pienso que esprintar es, sobre todo, una cuestión de confianza. A veces un simple metro marca la diferencia. Estudias las fuerzas que te quedan, te lanzas y cuando te pones en paralelo con tu rival, las opciones de triunfo se resumen a que uno aguante un metro más que el otro», relata Gómez Noya. «En Yokohama me sentía bien, sabía que tenía opciones, porque no veía a Alistair tan suelto como otras veces. Y ahora sé que al esprint también puedo ganar... Cuando tenía veintipico los perdía todos y ahora con 32 no fallo nunca... ¡Quién me lo iba a decir?», agrega sonriente el tetracampeón del mundo.
Longitud
El esfuerzo sostenido. Pero otro de los secretos de esa espectacular victoria del actual líder de las Series Mundiales estuvo en la distancia escogida por Alistair para tratar de que Gómez Noya hincase la rodilla. «Se equivocó, porque había algo de viento de frente cuando giramos hacia la derecha y gastó demasiado», dice el triatleta gallego. «Quizás quería cambiar desde tan lejos para rematarme a lo grande, pero pude pegarme bien a su espalda y dar lo que me quedaba sobre la alfombra azul», reitera.
«Sabemos que a Javier le conviene que la carrera no se relaje, que el esfuerzo sea sostenido para que Alistair llegue más castigado al último cambio. Por eso, tiró fuerte y mantuvo esa apuesta desde el kilómetro seis [el arreón definitivo que soltó a Mario Mola se produjo a dos del final]», asegura Carlos David Prieto.
La preparación
El entrenamiento de un atleta. Sin embargo, otro de los pilares de este éxito se remonta a hace cuatro años cuando el equipo de trabajo de Gómez Noya decidió priorizar su preparación como atleta frente al resto de disciplinas. «Si queríamos ganar a los Brownlee sabíamos que teníamos que ser más rápidos, lo que nos llevó a hacer en invierno más ejercicios de fuerza y de cambios de ritmo», comenta su actual entrenador.
Anatomía
Un cuerpo más robusto. «Si ves a Alistair, parece que flota; Javier tiene una musculatura más fuerte, solo tenía que aprender a atacar el suelo, a levantar las rodillas. Y ahora ya maneja estos recursos técnicos», analiza Omar González, el técnico de Fernando Alarza y expreparador de Javier Gómez Noya.