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La corrupción tampoco puede con Blatter

antón Bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

ARND WIEGMANN | REUTERS

Reelegido como presidente, cumplirá más dos décadas al frente de la FIFA bajo la presión de la Justicia

30 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Embriagado por el subidón de adrenalina que le provocó su reelección durante cuatro años más como presidente de la FIFA -él mismo reconoció que estaba exultante-, Joseph Blatter ejerció el papel que ejecuta con mayor acierto: el de un gran orador, de un embaucador cuyo discurso se hilvana con una mezcla difícil de igualar de serenidad y entusiasmo que consigue arrastrar a las multitudes. Una alocución tan política que, ante ese crisol de culturas que es la organización que dirige, llegó a asegurar ayer que «Dios, Alá o como nos refiramos a esa fuerza excepcional en la que creemos, en la que todos creemos», ayudará a alumbrar una FIFA «robusta y vigorosa», la que cederá a su sucesor en el cargo -aunque en esta ocasión, al contrario de lo que había ocurrido hace cuatro años cuando pedía a los delegados su respaldo para un último mandato, no especificó cuándo está dispuesto a marcharse para casa-. Con 79 años, Blatter incide en que aún mantiene la ilusión de un joven y que «ama su trabajo».

Y por los resultados de las votaciones de ayer, será complicado que se quedé sin él en un futuro cercano. Con uno de los peores escenarios posibles, con dos de sus vicepresidentes arrestados dos días antes en una operación impulsada por el departamento de Justicia de Estados Unidos que junto a 12 personas más les acusa de formar una red mafiosa, haber aceptado sobornos y blanquear dinero, ni siquiera necesitó llegar a la segunda vuelta de las votaciones. Pese a que su victoria en la primera fue insuficiente para tener los 2/3 de los votos de los 209 asistentes al congreso (obtuvo 133 frente a los 73 de su rival, el príncipe jordano Ali Bin Al Hussein -tres no votaron-). Ali aceptó entonces que sería imposible desbancar a Blatter del poder. En la siguiente ronda, el suizo ya solo necesitaría mayoría simple para ser proclamado y aquella era ya una inercia improbable de cambiar. Se retiró con un escueto agradecimiento a todos los representantes de las federaciones, con los que dijo había sido «un placer haber trabajado y conocerlos». Fue despedido entre una gran ovación y con los abrazos de los miembros del comité ejecutivo, el más efusivo, el de Platini. En principio, Ali habría captado el voto de las federaciones UEFA y las confederaciones americanas; pero Blatter habría mantenido el respaldo mayoritario en África, Asia y Oceanía.

Su perfil más desenfadado

El adiós del príncipe dejó pasó al Blatter más desenfadado, que cerró su primera intervención como presidente electo con frases que parecerían sacadas de un vestuario. De repente, se transfiguró en el entrenador que está a punto de salir a una final y no pudo reprimirse, quiso motivar a los suyos, que sintiesen la energía que le habían insuflado y también la que todavía es capaz de transmitir: «Me gustan ustedes, me gusta mi trabajo. No soy perfecto, nadie es perfecto. Vayamos juntos. Vamos FIFA, ¡vamos FIFA!». Otra ovación.

Cuando faltaba un punto para cerrar el congreso, el presidente de la federación española, Ángel María Villar, protagonizó una de las anécdotas de la jornadas. Todos pensaron que el primer turno de palabra de Blatter cerraba el congreso, pero el secretario general, Jerome Valcke, le recordó que Blatter aún tenía que dirigirse a los presentes una vez más. Villar ya había arrancado con su maleta de mano hacia la salida. Tuvo que volver sobre sus pasos. El gesto de felicitación entre el presidente de la española y Blatter no fue especialmente efusivo. El detalle constataba la progresiva pérdida de poder de Villar a nivel internacional, donde su imagen se ha erosionado.