Si Aranzubia dejó para el recuerdo una de sus actuaciones más completas, Riazor acabó la primera parte con un grito en la garganta: «Riki, selección». La afición festejó por todo lo alto los dos goles del delantero, que sirvieron para que el Dépor remontase el gol inicial del Valencia. Al cabo de 21 jornadas ha anotado ocho goles, los mismos con los que acabó las mejores temporadas de su carrera, la 2005-06, la última que completó en el Getafe antes de vestirse de blanquiazul, y la 2009-10, la cuarta en A Coruña. Ahora, a solo unos meses de expirar aquel contrato, está en disposición de batir su récord, cuando queda la mayor parte de la segunda vuelta y el madrileño se erige sin discusión en la esperanza anotadora de su equipo.
Las dianas definieron a un futbolista capaz de lo mejor y de lo peor. Potente, muy difícil de frenar en carrera y armado con un cañón en la pierna izquierda, a Riki le motivan los desafíos y está claro que tenía uno pendiente con el Valencia desde hace más de dos años.
Aquella noche del descenso a Segunda División el atacante falló ocasiones de todos los colores, pero anteayer, después de apenas haber podido entrenarse toda la semana, respondió con la entereza propia de un jugador de Primera. Comenzó con un remate de espuela que se perdió cerca del palo. Luego llegó el cabezazo del empate, cuando se adelantó a toda la defensa, y por fin la remontada en una acción individual propia de estrella. Exhausto y aquejado de problemas musculares desde hace semanas, tuvo que regresar al banquillo a los setenta minutos.
Salió Nelson Oliveira, pero no asumió el desafío de su compañero y, con el equipo en inferioridad numérica, concluyó el choque con un solo remate entre los tres palos.