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Escasas referencias históricas a las piedras vacilantes

F. Rubia alejos LALÍN

DEZA

Pedra dos Namorados, también en Ponteareas.
Pedra dos Namorados, también en Ponteareas.

En Agolada existía una que generaba apuestas con los forasteros, incrédulos ante la posibilidad de moverla

07 dic 2014 . Actualizado a las 05:15 h.

En Galicia, a mediados del siglo XIX, las piedras vacilantes entonces conocidas eran más bien escasas, según se desprende de la obra de Murgía Historia de Galicia, editada en 1865. En ella se citan la de Muxía, en el santuario de la Barca de Nuestra Señora, guardándose memoria desde la Edad Media de atribuirle propiedades adivinatorias, siendo posiblemente la piedra vacilante de mayor veneración y más conocida de Galicia, cantada por poetas como Rosalía de Castro, Federico García Lorca y Gonzalo López Abente, entre otros.

De la famosa piedra granítica en forma de laja, de 8,70 x 6,91 x 0,30 metros, hay testimonio de no poder moverla doscientos hombres y conseguir balancearla solo dos niños (Sueiro). Y leyendas de moverse sola sin que nadie la tocase; la de las islas Cíes, de la que su contemporáneo Benito Vicetto en 1866 complementa información, señalando la situación de esta piedra movediza en la isla más boreal, cerca del estrecho que las separa.

Los datos más concretos que conocemos los aporta el historiador José de Santiago y Gómez, autor del libro Historia de Vigo y su comarca, Madrid, 1896. Dice que la reconoció en 1883, que es de gran tamaño, aunque más pequeña que la de Muxía y que la gente le presta religioso respeto. Añade que la piedra se mueve con solo impulsos del viento, columpiándose.

La sitúa cerca del estrecho o canal da Porta, en la isla do Medio o do Faro. Las dimensiones son de unos setenta y tres pies de circunferencia (22 metros aproximadamente). Su figura es convexa por la parte superior y cóncava por la inferior, y se apoya sobre otra peña. Para ponerla en movimiento basta la fuerza de un hombre. Pedro Díaz Álvarez, en su obra Las islas de los dioses 1984, segunda edición, comenta que no la encontró, pese a las frecuentes pesquisas.

Siguiendo con la enumeración que hace Murguía cita la de Meixide, partido do Bolo, formado por dos peñascos enormes que parece van a desmoronarse al menor impulso del viento; Corbelle, en Castromayor (Villalba) «constituida por dos peñascos gigantescos, y al menor impulso hace notables oscilaciones el superior, permitiendo pasar entre ambos un cordel» (Vicetto) ¿dos puntos de apoyo?; y la de Santa María de Paradela, en Cambados, formado por dos penas superpuestas considerables, colocadas horizontalmente, balanceándose la superior cuando el viento es impetuoso, causando admiración que no se desmorone (Ídem).

A la breve lista de Murguía hay que añadir la de Villamayor de la Boullosa, en la Limia, cuyo peñón superior -apunta el escritor ferrolano Vicetto- oscila imprimiéndole movimiento por un punto que cae al mediodía, y que solo es conocido por los naturales de aquella comarca.

Ejemplo en Sande (Ourense)

Y finalmente la de Sande, a tres leguas de Ourense, situada en una montaña denominada Castro, «cuyas dos piedras que constituyen el monumento son de tal volumen que asombra». Ambos historiadores coinciden en que su existencia debe ser mayor, y que resultaría fácil localizar otras en diferentes puntos de Galicia.

Mención aparte, como aportación de imagen, mostramos la llamada Pedra Oscilante de Ponteareas, conocida también por A Pedra do Equilibrio, situada en la subida al monte de A Picaraza. En sus proximidades se encuentra A Pedra dos Namorados, de unas proporciones ciclópeas. Esta última piedra aparece reproducida en la Guía de la Provincia de Pontevedra (s/a) publicada en la ciudad de Vigo en 1917. Por equivocación es designada como «piedra vacilante de Ponteareas».

Hoy hay constancia que muchos monumentos de esta clase fueron destruidos.