Las reclamaciones ante el Banco de España contra decenas de entidades que colocaron a sus clientes productos de riesgo se han triplicado durante el período 2007-2010.
23 ene 2012 . Actualizado a las 12:33 h.En la prehistoria de la banca sofisticada, al aspirante a empleado de una entidad financiera gallega -entonces había varias- se le ponían delante dos sillas. Una de diseño, otra rota. «¿Cuál le venderíais a un cliente?», se le interrogaba. La respuesta era dispar, pero la buena era esta: «Se vende la silla que quiera el cliente». Hoy la respuesta correcta sería «aquella silla que necesitemos vender». La anécdota la relata un veterano del sector y explica una práctica generalizada en el sector bancario, que en los últimos años ha colocado productos sofisticados a clientes sin formación financiera y con falta de transparencia.
La causa que explica la venta de artículos de riesgo -avisada como tal por la CNMV- está en la necesidad de liquidez que tienen las entidades. Pero no exime de responsabilidad a clientes que, como admiten algunos que han relatado su caso, se dejaron llevar por «una cierta avaricia». Se prometían rentabilidades elevadas, el doble que productos como depósitos o cuentas de ahorro, que están cubiertos por el Fondo de Garantía de Depósitos. «La política comercial sometida a cumplimiento de objetivos llevó a muchos trabajadores a colocar productos sin medir los riesgos, con presiones directas, y sin que se les explicara demasiado», dice un experimentado sindicalista que pide el anonimato. «Na banca perdeuse poder adquisitivo e ata un 20?% do salario é variable, en función de obxectivos conseguidos», explica Clodomiro Montero, de CIG-Banca.
Las reclamaciones en el Banco de España, que también es responsable, porque nada se coloca sin su visto bueno previo, se han disparado. En el 2007 se contaban apenas 5.500 quejas; en el 2010 (último dato) se rozan las 15.000. Casi el triple. Hay más de 50 entidades denunciadas, desde los gigantes del sector (Santander, BBVA, Bankia o Caixabank), hasta medianas (Novagalicia, Banco Pastor, Banesto, Bankinter o Ibercaja), y diminutas (Caixa Penedés) por comercializar cosas como estas:
«Swaps» o «clips»
Un seguro con trampa. Los swaps, clips o seguros contra la subida de tipos existen desde hace mucho, principalmente para cubrir a empresas. El tomador del préstamo firma un contrato con el que se asegura pagar un interés fijo máximo durante un período de tiempo, aunque el euríbor esté por encima. Sin embargo, cuando baja de ese nivel, el cliente tiene que pagar la diferencia, más la cuota del préstamo. Las sentencias condenando a entidades se han repetido en todo el Estado con un argumento similar: «Hay una falta de transparencia en los contratos, se utiliza un lenguaje técnico financiero para que los clientes contraten el producto».
Preferentes
Con poca información. Las participaciones preferentes son un producto con letra pequeña de cuyo riesgo avisó en el 2009 la CNMV al advertir que se están vendiendo de forma masiva en el mercado, en sucursales con poca información. «Nula en mi caso», dice A.?L., uno de esos afectados. Hace tres años trató de cambiar un depósito de su entidad pero el director de la sucursal le ofreció unas preferentes. Daba entonces una rentabilidad por encima del 7?% anual, demasiado alto como para no sospechar, pero tan atractivo que parecía inevitable contratarlo. «Confiaba en él, pero ahora, cuando he ido a retirar el dinero no he podido. Me explica que solo se puede vender en el mercado secundario. ¿Qué es eso? A mí no me habían dicho nada. Y en ese mercado, si vendo mis preferentes, me dicen que perderé un 40?% del capital», relata desesperado. «Lo considero una estafa en toda regla», concluye.
Células hipotecarias
Colocando préstamos de vivienda. Es otro producto de alta rentabilidad, pero con riesgo porque tiene vencimientos largos y no permite recuperar el dinero. Asienta su base en las hipotecas. El consumidor le presta dinero al banco y tiene como garantía préstamos para vivienda ya otorgados a otros. El banco a su vez utilizará el dinero para nuevos préstamos. «Para recuperar mi dinero he tenido que renunciar a un 30 %», dice Carlos.
Cuotas participativas
El ejemplo de la CAM. Ser accionista de una caja, pero sin derechos políticos. Eso es ser cuotapartícipe. El producto lo vendió la CAM, y hoy esas cuotas valen cero. «Las colocaron en oficinas, en muchos casos como condición para firmar un préstamo», explica Víctor Baeta, representante de los afectados.
Hipotecas con suelo
Mal negocio. Los préstamos con cláusula de suelo impiden beneficiarse de un euríbor bajo, como el actual, porque marcan un límite al cliente, que paga de más por su letra. Una mala praxis generalizada, y de la que no se informaba, que ha sido tumbada por la Justicia en decenas de casos.