
La mujer, hoy enferma de párkinson, invirtió 36.000 euros
09 abr 2013 . Actualizado a las 16:03 h.A Manuela Romano, una mujer de Ribeira de 75 años, el párkinson y otras patologías que padece la condenan cada día a ser dependiente al 100 %. No come ni va al baño por sí misma. Y apenas habla. Con mucho esfuerzo, se logra arrancarle algún vocablo. Dice que quiere estar en cama. Esa terrible enfermedad, que la hace temblar de una forma sobrecogedora, paradójicamente, la ha salvado de algo: no es demasiado consciente de lo que ha pasado con sus ahorros. También ella tiene preferentes.
La historia de Manuela, a excepción del asunto de las preferentes, puede encontrarse en cualquier aldea gallega. Es el retrato de esas mujeres solteras que se convirtieron en matriarcas de sus casas y que cuidaron primero a sus padres, luego a sus hermanos, más tarde a sus sobrinos, e incluso a hijos de sus sobrinos. Nunca tuvo demasiado tiempo para ella. Ya en el otoño de su vida, a Manuela fue como si le tocase la lotería. El bum de la construcción hizo que vendiese bien unas tierras. Y pudo arreglar su casa. De hecho, tiene ahora una confortable vivienda de piedra cuya restauración sería a todas luces inasumible con sus 618 euros de pensión.
Le sobró dinero. Un total de 36.000 euros. Y es ahí donde su historia empieza a ser particular. Ella era cliente de la extinta Caixa Galicia. Aunque lleva años con achaques importantes, siempre se valió por sí misma para ir al banco porque quienes la atendían, en la sucursal de Aguiño, eran de su confianza. Sobre todo, desde que en la oficina trabaja un pariente suyo -ella y la madre del empleado son primas hermanas-. Su cercanía con él era tal que, aún estando como está, al oír su nombre y señas dice «é algo meu, é». Según explica su sobrina política y cuidadora, «el vendeulle as preferentes e ela firmou, claro, como non ía facelo se era da súa familia».
Firmó los papeles
Tenía entonces 72 años. Y puede que su enfermedad no estuviese diagnosticada aún. Pero quienes la conocen dicen que ya ni de lejos estaba bien, que llevaba años arrastrando dolencias. Y que, tal y como era de ahorradora y prudente, jamás metería sus ahorros en algo que tuviese riesgo.
Pero lo hizo. Es más, firmó un papel donde dice: «Con la información suministrada, reconozco que el producto o servicio solicitado no resulta adecuado. No obstante, solicito su contratación exonerando a Caixa Galicia de responsabilidad por la misma».
El año pasado, con Manuela ya muy afectada por el párkinson, una sobrina se trasladó a vivir con ella. Fue al banco para poner en regla papeles. Y, al ver que le daban largas y largas con el dinero que Manuela creía que tenía a plazo fijo, se le ocurrió preguntar si no tendría las famosas preferentes. Dice que lo hizo casi en broma. Y que se quedó de piedra cuando descubrió que, realmente, sí las había comprado. Tramitó en octubre la reclamación en Consumo. Y está esperando el arbitraje. La mente de Manuela, afortunadamente, no está ya en eso. «Preguntou un día, pero díxenlle que a ela non lle ía faltar de nada. E quedou tranquila». Es lo único positivo en una historia para llorar.