El escándalo de la multinacional gallega y la multimillonaria estafa de las preferentes ponen en solfa al organismo que ha de velar por los intereses de los inversores
28 abr 2013 . Actualizado a las 15:02 h.Elvira Rodríguez lleva poco más de seis meses al frente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), pero ya sabe lo que son las críticas. Porque parece, como muchas otras veces a lo largo de la historia del supervisor, que al organismo que ha de velar por los intereses de los inversores lo han pillado con el pie cambiado en otro escándalo. Esta vez, el de Pescanova. Y, cuando todavía miles de ahorradores pelean a brazo partido para zafarse del corralito de las preferentes, una estafa multimillonaria, en la que tampoco es que la Comisión de Valores se luciera, precisamente. En las últimas semanas, la CNMV, que acaba de designar a Deloitte para pilotar la reflotación de la multinacional, se ha afanado por demostrar que va a por todas en el caso Pescanova. Y eso, desde el inusual comunicado que emitió el 11 de marzo, alertando de que detrás de los movimientos de las acciones de la firma en las semanas previas a la declaración de preconcurso (el 1 de marzo) podrían esconderse prácticas de abuso de mercado, y anunciando, claro, que estaba investigándolas. Nunca antes lo había hecho.
Luego ha seguido dando pasos adelante. Desde tomar las riendas en la inspección de las cuentas, hasta incluir a la Fiscalía Anticorrupción en el cerco al presidente, ahora sin funciones, Manuel Fernández de Sousa.
Pero, para muchos, no es suficiente. Y mucho menos sirve para compensar el hecho de que el supervisor no se enterara antes de lo que se estaba cocinando en Pescanova.
Además, no son pocos los que, a estas alturas, no se explican cómo es posible que el 4 de marzo, tan solo cuatro días después de que Pescanova le comunicara que no iba a presentar sus cuentas, que su viabilidad estaba en entredicho, y que se acogía al preconcurso para renegociar una deuda que entonces se pensaba que era de 1.522 millones de euros (ahora ya va por más del doble), la CNMV decidiera levantar la suspensión de cotización que pesaba sobre el valor.
Resulta incompresible que lo hiciera sin que los inversores tuvieran en sus manos información veraz y fiable como para tomar una decisión sobre sus acciones. Sobre su dinero, en definitiva. Ni siquiera hoy la tienen. Mucho menos, entonces.
Montaña rusa
Entre ese día y el 12 de marzo, fecha en la que el supervisor decidió volver a suspender la cotización, después de que Pescanova admitiera discrepancias entre su contabilidad y las cifras de deuda bancaria, la acciones de la multinacional no se apearon de la montaña rusa. Y, muchos inversores perdieron buena parte de su dinero. No así el presidente de la compañía, que después se supo que se había desprendido de la mitad de sus acciones antes de anunciar el preconcurso.
Pero no son estas las únicas manchas que hay en el expediente del organismo supervisor. Su historia está jalonada de escándalos y ha dejado un poso inquietante en la mente de los inversores: de que, en los asuntos de verdadera enjundia, el supervisor anda a por uvas. Y no hace falta remontarse muy atrás en el tiempo para toparse con alguno de los fiascos más sonados. Ahí está, sin ir más lejos, la salida a Bolsa de Bankia. Una operación que contó con el visto bueno del supervisor y que ha acabado dejando a muchos inversores con los bolsillos completamente vacíos.