Después de 13 años, los argentinos han vuelto a vivir su segundo crac, aunque la situación del país es absolutamente distinta a la del 2001, cuando la economía había estallado y la situación social era desesperante. Esta vez la cosa parece más técnica y tanto la presidenta, Cristina Fernández, como sus ministros repiten el mantra: «No estamos en default porque pagamos»; y «esto no va a repercutir en la economía del país».
Pero a decir verdad, los ciudadanos están mucho más preocupados por el constante aumento de los precios que por este asunto, que les parece de difícil comprensión y que por ahora no los perjudica. Poco a poco su poder adquisitivo va disminuyendo, y muchas familias de clase media ya no llegan a fin de mes.
Pese a un plan del Gobierno para controlar en los hipermercados los precios de casi doscientos productos, el sistema no sirve porque ante la queja de los fabricantes, el propio Gobierno autoriza ajustes constantes a los precios iniciales.
La controversia con los tenedores de bonos que no se adhirieron a los dos canjes propuestos por el Estado argentino, bautizados como fondos buitres, y que ha generado el litigio en Nueva York, parece lejano para quienes deben hacer malabares para estirar sus ingresos y evitar que las privaciones sean cada vez mayores.
Muchos términos técnicos (stay, holdout, default selectivo) también contribuyen a que el común de la calle no comprenda bien de qué trata esta movida financiera. Una encuesta realizada en todo el país confirmó que el 63 % de la población admite que no entiende este problema, aunque espera que se soluciones. Solo un 24 % considera el tema grave y asume que puede repercutir en la economía argentina.
Cristina Fernández pronunció el jueves por la noche un discurso asegurando que nada de esto resentirá la marcha del país. Pero el viernes los periódicos pintaban otro panorama muy diferente y hablaban de las repercusiones negativas que este caso puede tener.
Mientras, el coste de sanidad, alimentos, colegios privados y ropa no deja de aumentar. Por primera vez, en el país de la carne un kilo de chuletas supera los 12 euros; hace un año su precio era de 4,50. Y hay que tener en cuenta que el salario medio de la mayoría de los argentinos ronda los 500 euros mensuales. Como para no pasar de los buitres...