Valiente paladín para unos y ladrón traidor para otros, la lista sustraída por el ex informático del HSBC, con clientes que ocultaron al fisco dinero en la filial suiza del banco, ha conmocionado a medio mundo
16 feb 2015 . Actualizado a las 00:07 h.Ni ladrón, ni héroe». Hervé Falciani (Mónaco, 1972), el hombre de moda en todo el mundo esta semana por la revelación de los nombres -titulares de cuentas en el HSBC suizo- de su archifamosa lista, no se ve a sí mismo en ninguno de esos papeles. «Los desarrolladores informáticos son los que conocen el corazón, cómo funciona el banco», ha explicado en múltiples entrevistas el propio Falciani. Y precisamente ahí, en el corazón del HSBC, teniendo acceso al secreto mejor guardado -los datos detallados de los clientes- comenzó la odisea que ha culminado con la exposición en la plaza pública mundial de quienes usaron la filial suiza del banco británico para ocultar su patrimonio al fisco de sus respectivos países.
Este monegasco de ascendencia francoitaliana utilizó su empleo como informático en la entidad helvética para hacerse con lo que luego acabó bautizándose con su nombre, la lista Falciani, un rosario interminable de datos identificativos y comprometedores para muchos rostros conocidos: políticos, banqueros, monarcas, empresarios, deportistas, iconos del mundo de la moda o la música, sin olvidar la parte más oscura, como el tráfico de drogas o de armas. La base de datos, que ha publicado en un goteo constante esta semana el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) a través de medios de todo el mundo (en España, el digital El Confidencial), recoge 102.000 clientes de más de 200 países, de los que en torno a 4.000 son españoles o están vinculados con el país.
Dos años copiando datos
Durante dos años, de 2006 a 2008, Falciani empleó horas cada día en realizar un minucioso volcado de los datos de los clientes del banco, en su mayoría presuntos evasores fiscales que contaban con los servicios del HSBC para que les garantizase la opacidad de sus finanzas. ¿Pero qué lleva a un joven de 34 años entonces, casado y padre de una niña, recién trasladado a la sede helvética de la entidad británica, a convertirse en un pirata informático? La respuesta a esta pregunta es la que cimienta la división entre quienes ven en Falciani un héroe que trata de tumbar el inexpugnable secreto bancario suizo o simplemente un villano, un ladrón con habilidad para disfrazar su interés personal de cruzada contra la trama -mundial, transfronteriza- del fraude fiscal.
Aunque diga renegar de la capa de héroe, lo cierto es que el monegasco se envuelve en la bandera del interés común frente a los desmanes de la banca. De ese modo explica el origen de su famosa lista y el arranque de sus peripecias judiciales, saltando de país en país con la espada de Damocles de la extradición pedida por Suiza, donde consideran que el ex informático ha cometido el peor de los sacrilegios, al atentar contra el secreto bancario, pilar de la economía helvética. Pero la historia del paladín valiente está tejida con hilos más que oscuros.
Beirut, ¿venta fallida?
El argumento de que el altruismo y la lucha por la justicia fiscal le guiaron para descargar en su portátil la base de clientes del banco -sin levantar sospecha alguna- y, después, ponerla en manos de la justicia de varios países -España entre ellos-, flaquea cuando se revisan los pasos posteriores de Falciani. En marzo de 2008 viaja a Beirut, acompañado de Georgina Mikhael, una mujer francolibanesa, compañera de trabajo y presuntamente también su amante, con la intención de vender los suculentos secretos sustraídos del HSBC. Con pasaporte falso y nombre supuesto, Falciani y Mikhael, plantean el negocio al Banco Audi, lo que dispara la alerta de la Asociación Suiza de Banqueros. La caza judicial arranca.
El ex informático asegura que lo de Líbano no fue más que una estrategia y que solo trató de forzar que la justicia actuara. Y lo hizo, pero no como esperaba. En diciembre de ese año ambos son detenidos, interrogados y puestos en libertad, lo que él aprovechó para huir de Suiza. El país helvético emitió una orden de captura contra él por robo de datos, vulneración de secretos y espionaje. Pero Falciani ya está en Francia. Después de avatares varios -incluyendo una crisis diplomática entre el país galo y el suizo, por negarse el primero a extraditarle y, además, investigar y airear los datos de los evasores-, en julio de 2012 el escenario se traslada a Barcelona: es detenido en un control policial al entrar por barco en España.
De nuevo Suiza reclama su extradición por un delito de revelación de secretos, no tipificado en España. Falciani, que acaba en la cárcel de Valdemoro, «protegido». Luego la Audiencia Nacional rechazó extraditarle. Su colaboración con las autoridades es una historia ya conocida: gracias a la documentación que facilitó, vía Gobierno francés en 2010, la Hacienda española recuperó 264 millones de euros del total evadido, en la mayor regularización fiscal de la historia. Entonces se destaparon algunos nombres, con el del primer banquero del país, Emilio Botín, a la cabeza. Su familia devolvió al erario público 211 millones.
Esta semana otras caras conocidas han ido completando el álbum de cromos del HSBC y Falciani ha vuelto a brillar en el firmamento de los héroes justicieros. «Si esto que he hecho ayuda a que la gente entienda que hay que controlar lo que hacen los bancos, que la justicia tiene que trabajar en redes, merecerá la pena», aseguraba en 2013 en una entrevista.
En una nueva pirueta -fue candidato al Parlamento europeo por el Partido X- ahora colaborará con Podemos. Pero las dudas sobre quién es y por qué se mueve Falciani persisten. «Juega a ser el bueno de la película. Es un manipulador». Esa es, al menos, la visión de su ex amante, en Vanity Fair.